La adolescencia es una etapa dominada por las hormonas, los grandes cambios físicos, psicológicos y otros factores como la incursión en la dinámica social, lo cual puede generar la aparición de algunos complejos en los jovencitos
Cambios corporales drásticos, son la característica típica de la pubertad.
A menudo, esos cambios provocan complejos que amargan la vida de los adolescentes. Los cambios físicos hacen que les cambie la fisonomía: les crece la nariz, aumentan de peso, sufren de acné, crecen demasiado rápido o son más bajitos que sus amigos. ¿Cómo explicarles lo que les pasa para tranquilizarlos?
Aquí les ofrecemos unos consejos para vivir mejor los complejos en la adolescencia.
Nariz grande: en la adolescencia, no todo crece al mismo ritmo y la nariz puede crear un desequilibrio en una cara todavía infantil. Las chicas son más propensas a padecer este complejo que los chicos, porque, tradicionalmente, las narices con “personalidad” son patrimonio de los hombres y no forman parte de los actuales cánones de belleza femeninos. Con el tiempo, se van desarrollando los rasgos de la edad adulta y, en general, los desequilibrios desaparecen. Y, si no, el adolescente va asumiendo interiormente ese rasgo exterior. Pero algunos adultos, cuando no consiguen aceptar su físico, recurren a la cirugía: es una solución radical para poner de acuerdo el interior y el exterior de la persona, pero es algo que se recomienda sólo llevar a cabo hasta que haya finalizado el crecimiento.
Piernas gordas: el complejo número uno de las chicas es el peso. Es un tema que está presente en sus conversaciones, porque casi todas adquieren redondeces en la pubertad debido a la influencia de las hormonas que estimulan las células grasas de los muslos, glúteos y pechos. Es importante que el padre o la madre no bromeen y le digan que está gordo. Es bueno que utilicen el término “maciza”. Las adolescentes deben tomarse su tiempo para acostumbrarse al propio cuerpo y aprender a vestirse. Porque, aunque algunas adelgazan al crecer, otras estarán siempre “llenitas”. Y hacer régimen no lo arregla todo, ya que la corpulencia está más asociada a los genes que a la alimentación.
Granos en la cara: el acné, una inflamación del folículo pilosebáceo (la raíz del pelo), es típico de la pubertad. Casi todos los adolescentes lo padecen, sin distinción de sexos. Pero cuando los granos proliferan demasiado, la moral se resiente, porque la piel es a la vez el espejo de nuestras emociones (se sonroja, palidece…). Cuando la pubertad se aleja, la superproducción hormonal desaparece y los granos también… Mientras tanto, una buena higiene y el respeto a determinadas reglas alimentarias habrán permitido evitar lo peor.
Pero, para algunos adolescentes, el acné es una enfermedad de la piel que dura y que conviene tratar. En ese caso hay que acudir al dermatólogo: ¡a veces los complejos se curan con medicamentos!
Aislamiento social: la percepción negativa de sí mismo podría conducir al adolescente a un aislamiento enfermizo, privándose así de una interacción social saludable.
Depresión: la sensación de no encajar en los parámetros impuestos por el entorno desemboca en depresión. Hay muchas medidas adecuadas y oportunas que permiten evitarlo.
Trastornos alimenticios: la anorexia y la bulimia son problemas que aparecen como respuesta al deseo de buscar la ansiada delgadez. La exposición a los medios publicitarios, ha favorecido este síntoma que padecen los adolescentes actualmente.
El primer paso de los padres es reconocer que los chicos o chicas están pasando por una etapa muy turbulenta, difícil de sobrellevar. El apoyo familiar ayudará al adolescente a reconocer lo realmente importante en la vida; lo inducirá a aceptarse a sí mismo y a diferenciar lo verdadero de las expectativas irreales que producen esos complejos.
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