Como es lógico, las mujeres acuden al ginecólogo cuando tienen algún malestar o molestia por su condición femenina. Sin embargo, las visitas deben ser periódicas. En la etapa adolescente, para aclarar dudas relacionadas con los ciclos de sangrado y la higiene; en la edad adulta, para la prevención de muchas patologías.
Pocas cosas generan tanta inquietud, vergüenza y/o nerviosismo como ir al ginecólogo por primera vez. Tener que desvestirse, subir a una camilla y abrir las piernas ante un desconocido, no es algo que todas las mujeres acepten bien, especialmente a temprana edad. Pero es inevitable, hay que vivir la experiencia cuando se llega a cierta edad.
Generalmente este paso de ir al ginecólogo debería realizarse al llegar la menstruación o cuando se dé inicio a la vida sexual. A partir de ese momento, las consultas deben ser una vez al año.
Para las jóvenes de 13 a 15 años, el encuentro puede resultar más incómodo, pero en esos casos, la madre debe ofrecerle la orientación precisa. Después de explicarle el procedimiento, deben definir juntas si el médico será hombre o mujer; esta cuestión, entre otras, le dará tranquilidad y confianza a la jovencita.
LA PRIMERA VISITA AL GINECÓLOGO
Las visitas al ginecólogo no deben retrasarse. En la adolescencia son importantes porque permiten aclarar dudas sobre los ciclos de sangrado o la higiene íntima; además, permiten evaluar el correcto desempeño de los órganos genitales. Después, en la edad adulta, son esenciales para detectar o evitar enfermedades.
La primera cita es de reconocimiento. El médico creará la historia clínica de la paciente y hará los chequeos pertinentes, dependiendo de su edad y condición. Si es menor de 17 años, está sana y no ha tenido relaciones, tal vez no realice evaluación física.
Pero normalmente, sí se realizan este tipo de evaluaciones:
Control. Se analizará el peso, talla, estatura y presión arterial.
Indagación. El/La ginecólogo preguntará sobre la edad del primer sangrado, el uso o no de tampones o compresas, y la existencia o no de relaciones sexuales.
También habrá preguntas sobre el número de parejas que se han tenido hasta la fecha, la utilización o no de anticonceptivos y la presencia de síntomas que sugieran una afección.
Exploración. Se palparán los senos para descartar nódulos o similares. Según sea el caso, puede ser necesario un examen pélvico interior y exterior.
Indicaciones. El médico ofrecerá el asesoramiento necesario si hay algún diagnóstico o sospecha de él.
¿CUÁL ES EL MEJOR GINECÓLOGO?
Un médico con trayectoria y experiencia es lo que buscan la mayoría de las pacientes. Pero lo fundamental es la empatía que demuestre en esa primera cita; si es amable, sincero, discreto, respetuoso, comprensible y despeja todas las inquietudes, posiblemente será el indicado.
Lo recomendable es elegir a un profesional con el que se pueda mantener una larga y cortés relación. Las referencias siempre son importantes y, sea quien sea, lo mejor es asegurarse sobre sus estudios y preparación.
¿CÓMO HAY QUE IR POR PRIMERA VEZ?
Indudablemente sin angustias, ni presiones. Su trabajo no es juzgar, sino resguardar la salud. Pese a lo que las mujeres que van por primera vez pueden pensar, no hay que abusar de la higiene en esos días. Un lavado habitual, sin ducha vaginal ni cremas, es lo más conveniente. Y no son aconsejables las consultas cuando hay menstruación, a menos que el doctor así lo indique. Además de complicar el análisis, puede resultar más difícil para la mujer.
LAS REVISIONES programadas podrían prevenir el desarrollo de patologías como el cáncer de cuello uterino, una de las más graves en la actualidad. Y ello sin contar que sólo el ginecólogo está facultado para velar por el correcto desarrollo y funcionamiento del aparato genital.
Ir al ginecólogo por primera vez es inevitable, así que lo mejor que podemos hacer es informarnos, apoyar a nuestras hijas y acompañarlas (si ellas así lo desean) para brindarles más seguridad y apoyo.
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