El Caballo y el Lobo

En un verdoso y tranquilo prado pastaba con libertad un robusto caballo café. No lejos de allí pasó un lobo tan hambriento que cuando vio a tan majestuoso animal, se le hizo agua el hocico.

 En un verdoso y tranquilo prado pastaba con libertad un robusto caballo café. No lejos de allí pasó un lobo tan hambriento que cuando vio a tan majestuoso animal, se le hizo agua el hocico.

– ¡Qué lástima que no sea una oveja! Si por lo menos fuese pequeño, yo sabría cómo saltarle encima y devorarlo.

  Mientras observaba, pensaba en lo que debía hacer. Tenía mucha hambre y decidió de todos modos hacer del caballo su próxima víctima, pero había que obrar con habilidad… y entonces, tuvo una idea.

– ¡Hola, amigo! ¡Qué lindo día, no! -dijo acercándose al caballo-. ¡Oh, pero qué pálido estás! ¿Te pasa algo, estás enfermo?

  El caballo levantó la cabeza y miró al lobo: en primer lugar ese animal no le gustaba y además él se sentía muy bien.

– Pero por cierto que debí pensar en ello -siguió diciendo el lobo-. Si tu amo te deja libre así en el campo es porque estás realmente enfermo. Dime ¿de qué sufres? Soy médico y he curado a otros animales. También puedo curarte a ti.

Al decir estas palabras, el lobo caminaba alrededor del caballo, buscando el momento oportuno para saltarle encima.

– Cierto, tengo una hinchazón en una de mis patas traseras -dijo el caballo, que había comprendido las intenciones del lobo.

– Veamos, veamos, muéstrame esa pata -exclamó el lobo contento porque el caballo había caído en su trampa con tanta facilidad.

  El caballo levantó la pata trasera como para mostrársela al lobo, pero cuando éste estuvo lo suficientemente cerca, le dio tal patada en la cara que lo hizo volar con las cuatro patas al aire, al otro lado del prado. 

  Entonces, el lobo comprendió que el tranquilo caballo era más astuto que él y se alejó avergonzado, y por supuesto, muy dolorido!.

Moraleja:

Por el aspecto a nadie debes subestimar, o con grandes sorpresas te puedes topar!