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El Hombre, la Culebra y la Zorra.

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Paseando por el bosque, un hombre vio atada al tronco de un árbol, a una infeliz culebra que había sido amarrada allí por ciertos pastores.

Paseando por el bosque, un hombre vio
atada al tronco de un árbol, a una infeliz
culebra que había sido amarrada allí por
ciertos pastores.

El sujeto, compadeciéndose de ella, decidió
soltarla y calentarla un poco hasta que ésta
se recuperase.

Pero ya recobrada su fuerza y libertad, la
culebra en vez de mostrarse agradecida, se
volvió contra su salvador y se enroscó fuertemente
en su cuello.

– El hombre, aunque sorprendido, se defendió
como pudo, mientras le decía:
– ¿Pero qué haces ingrata? ¿Por qué me pagas
de esta manera lo que he hecho por ti?
Y ella respondió:

– No hago otra cosa que obedecer las leyes
de mi instinto.

Entretanto se desarrollaba la pelea, pasó
una zorra por allí, y ambos contrincantes
buscando salir airosamente del trance, la
eligieron como juez de la contienda.

– Mal podría juzgar lo que mis ojos no vieron
desde el comienzo, -exclamó la zorra-.
Es necesario la reconstrucción total de los
hechos.

Entonces el hombre volvió a atar a la serpiente
al tronco de aquel árbol, tal y como lo
estaba antes de los hechos, y la zorra, después
de comprobar lo sucedido, pronunció
su fallo:

– Ahora tú -dirigiéndose al hombre, le dijo-: es
bueno ayudar a otros que daño no te han hecho,
pero no por eso te dejes llevar en exceso
por tu buena fe y tus corazonadas, y tú -añadió,
dirigiéndose a la serpiente-, en cuanto
puedas escapar de esa situación difícil,
vete!… antes de que tu instinto te traicione!

Moraleja:
Aunque es bueno en otros poder confiar,
pero ante extraños, precavido debes actuar!

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