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EL PODER DE UNA CARICIA

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Por lo menos una vez al día nuestro viejo gato pardo se nos acerca de una manera que todos hemos llegado a ver como una petición especial.

No significa que quiera comida, salir o algo por el estilo. Su necesidad es de algo muy diferente.

Sí!, él necesita una caricia.

Por eso, si no le haces una seña con la mano, él permanecerá parado pacientemente esperando tu señal, pero en cuanto se la hagas, él saltará raudo, como impulsado por un resorte… 

Una vez que ha conseguido estar junto a ti o en tu regazo, empezará a vibrar hasta que toques su lomo, le rasques su barbilla, y le digas una y otra vez qué tan buen gatito es. Entonces su motor realmente se enciende, se acomoda cómodamente y “concede ovaciones”.

De tiempo en tiempo uno de sus ronroneos se sale de control, y se convierte en un resoplido. Te mira con sus grandes ojos abiertos llenos de adoración, y te da un lento guiño de confianza máxima.

Después de un rato, poco a poco se silencia. Si percibe que todo está bien puede permanecer en tu regazo para tomar una agradable siesta. Pero probablemente está listo a saltar e irse a hacer sus asuntos. De una o de otra manera está bien.

Nuestra hija lo dice sencillamente: “Whiskers (bigotes) necesita caricias para ronronear”.

En nuestra familia él no es el único con esa necesidad: yo la tengo, pero también mi esposa y mi hija. Sabemos que la necesidad no es exclusiva de ninguna edad.

Sin embargo, debido a que soy maestro, tanto como padre, asocio esto especialmente con los jóvenes, con su rápida e impulsiva necesidad de un abrazo, de un cálido regazo, de una mano amiga, de ser arropado con un cobertor. No porque algo esté mal, no porque esté mal, no porque se tenga que hacer algo, sino porque así es como ellos son.

Hay muchas cosas que me gustaría hacer por todos los niños. Pero si pudiera haría sólo una, y sería esta: “garantizar a cada persona de los que me rodean, sea adulto o niño, que por lo menos una vez al día, tenga una tierna y/o amorosa caricia.

Estoy convencido de que todo ser humano, sea grande o pequeño, blanco o negro, casado o soltero, poderoso o débil, sano o enfermo, etc; absolutamente todos, pero muy en especial los niños, somos igual que los gatos, que necesitamos “alguna caricia” para satisfactoriamente poder ronronear.

— Fred T. Wilhelms

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