EFE
Daudi desmonta baterías de coche en el patio trasero de una casa de Mombasa, en la costa de Kenia. Sabe que es ilegal y sospecha que extraer el plomo con las manos desnudas puede ser perjudicial para su salud, pero ignora que parte de ese metal termina en los vehículos de los europeos…
La recuperación del plomo de las baterías, el principal componente de la mayoría de los acumuladores que se usan en el mundo, es una práctica de todo menos ecologista en las regiones más pobres del planeta.
La extracción de este metal, cuyas reservas están casi agotadas pero que puede reciclarse infinitas veces, adquiere connotaciones siniestras en Asia, Latinoamérica y África, donde talleres clandestinos, e incluso plantas de reciclaje autorizadas envenenan con impunidad.
Daudi recuerda a Efe que, hace años, le hacía la competencia a una fábrica que reciclaba baterías de coche a pocos kilómetros, en el asentamiento chabolista de Owino Uhuru. No menciona que varios operarios y residentes murieron allí por los vertidos incontrolados de partículas de plomo y químicos a la tierra y el aire.
Aquel barrio, donde decenas de mujeres siguen sufriendo abortos y muchos residentes padecen enfermedades crónicas derivadas de la intoxicación -según reconocen las autoridades de Mombasa- es solo un ejemplo de los estragos provocados por la falta regulación sobre la manipulación del plomo.
“Debes llevar una dieta equilibrada y beber mucha agua”, afirma el trabajador clandestino mientras abre una batería con un machete y utiliza un trozo de caña hueca para verter plomo fundido con un soplete. Es uno de sus trucos domésticos para combatir los efectos nocivos del metal.
Pese a que la Convención de Basilea declara que esta práctica debería “evitarse a toda costa”, al menos 18 niños murieron en 2008 a las afueras de Dakar, donde las baterías se reciclaban como en el taller de Daudi.
Cada año, 1,2 millones de toneladas de baterías son desmontadas en África sin cumplir las regulaciones internacionales, revela una investigación del Lead Recycling Africa Project.
En conjunto, el mercado subsahariano recicla 800.000 toneladas de plomo cada año, el 8 % de la producción mundial.
Sin embargo, el exiguo mercado africano es incapaz de absorber toda esta producción, por lo que la mayoría del plomo termina siendo exportado a Asia y Europa, apunta a Efe Andreas Manhart, investigador del centro Öko-Institut, para este reportaje elaborado con la colaboración del European Journalism Centre (EJC).
Fundiciones de Italia y España han importado plomo de una planta de Ghana en la que murieron varios operarios por las peligrosas condiciones en las que trabajaban, según denuncia este instituto alemán. La fábrica española a la que se refiere rechazó hablar con Efe.
España es uno de los principales “centros” de procesamiento de plomo en Europa, y destaca por ser uno de los mayores importadores de baterías de coche procedentes de EEUU, apunta la ONG OK International.
A nivel europeo, la industria del automóvil consume más plomo del que es capaz de aportar el reciclaje de las baterías en sus propios países, por lo que requiere cada vez más importación.
La creciente demanda y los bajos precios del plomo africano explican que las compras europeas en países subsaharianos se hayan duplicado en menos de una década, y que España también adquiera allí casi la mitad del que le llega, según datos de la UE y de UNIPLOM.
Estas mismas cifras señalan que, en 2014, Europa compró 9.093 toneladas de plomo a Ghana, 5.514 a Nigeria y 4.163 al Congo. En todos estos países las baterías se desmontan sin protección alguna en casas como la de Daudi o en fábricas como la de Owino.
El Convenio de Basilea regula el tratamiento y transporte de “residuos peligrosos” como las baterías, pero no supervisa los movimientos del plomo refinado, sean cuales sean las condiciones en las que se produce.
“Mientras que el reciclaje de baterías de hace de forma segura en las economías industrializadas, las condiciones son alarmantes en países como Ghana, Camerún, Kenia o Indonesia”, alerta el investigador del Öko-Institut.
Los lingotes de plomo que llegan desde estos plantas, a menudo instaladas por compañías chinas o indias, cruzan fácilmente las fronteras de la UE bajo la clasificación de “mercancías”, no como desechos, por lo que no existe ningún control específico sobre ellas, explicaron fuentes de la Comisión Europea.
“La gran industria del automóvil europea está cerrando los ojos a sus cadenas de suministro. Estas prácticas en África constituyen una violación de los derechos humanos”, enfatiza Manhart.
La segunda Asamblea de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA) podría aprobar esta semana en Nairobi una resolución para impulsar la regulación de una industria letal para muchas comunidades, apuntan desde el Programa para el Medio Ambiente de la ONU.
“Ningún gobierno puede cerrar los ojos a un fenómeno tan grave”, declara a Efe, esperanzado, el director adjunto de este Programa, Ibrahim Thiaw.
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