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Estrés… También los niños lo padecen!

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Son las 6:30 de la mañana, y el despertador ha comenzado su labor, despertar a Nancy de 12 años. Con muchos esfuerzos ella se levanta se lava los dientes y desayuna en menos de diez minutos.

Son las 6:30 de la mañana, y el despertador ha comenzado su labor, despertar a Nancy de 12 años. Con muchos esfuerzos ella se levanta se lava los dientes y desayuna en menos de diez minutos. Después se va a la escuela donde cumple un horario muchas veces intensivo, pero insuficiente pues ha de completar su formación con tareas para hacer en casa. Sin embargo, en el hogar les esperan las prisas para salir de nuevo a otra escuela, donde recibe clases de acordeón, sin olvidarse de que al regreso tiene que hacer los quehaceres que mamá le indique y por último hacer sus deberes de la escuela.

El día que no le toca asistir a sus clases de música debe asistir a una clase de arte y pintura que también está acompañada con los deberes arriba mencionados. Y ni hablar de los fines de semana, pues además de sus clases de catecismo debe de ayudar mucho en casa: aspirar, lavar trastes, limpiar el baño, barrer… Uff!! La agenda diaria de Nancy da escalofríos ¿no? Pero es una realidad que muchos niños enfrentan y la razón por la cual muchos se estresan.

…TAMBIEN LOS NIÑOS SE ESTRESAN!

Cuando hablamos de estrés, nos imaginamos a un ejecutivo con la jornada llena de compromisos, reuniones y viajes, o a un trabajador sometido a muchas horas de arduo trabajo, o también a una ama de casa con mil brazos que atienden simultáneamente la aspiradora, la sartén y la plancha. El estrés parece un trastorno exclusivo de adultos cargados de problemas y de responsabilidades. Pero no sólo ellos lo padecen. También los niños son víctimas de el “Síndrome General de Adaptación” que se conoce popularmente como estrés.

Señales de un niño estresado:

La fatiga crónica, el exceso de nerviosismo, la falta de concentración, quizás algunos trastornos en el sueño o en el apetito indican que el niño no ha podido dar respuesta adecuada a la gran cantidad de estímulos y exigencias que muchos padres les imponen. Pero a los adultos no parece importarles esto, pues según ellos, es imposible que los niños padezcan de esto, y de ser así, creen que son los suficientemente jovenes para soportarlo.

¿QUE GENERA EL ESTRES EN LOS NIÑOS?

El estrés del niño no sólo es causa de el acelerado ritmo de vida diaria sino que muchas veces tiene un origen diverso. En muchos casos sus causas radican en la hipercompetitividad, inculcada por el medio social, por la escuela, la familia o el grupo. Por más que, en apariencia, la sociedad democrática tenga por bandera el principio de la igualdad y de los derechos de todos, en la práctica la realidad se empeña en derrumbar ese mito. Si no de forma expresa, tácitamente el niño padece continuas presiones para ser el primero, el mejor, el líder. Sea en el deporte, sea en la ostentación de bienes de consumo, sea incluso en los inocentes juegos de ordenador, los niños se enfrentan a todas horas al desafío del éxito y la depresión del fracaso.

LO QUE LOS PADRES DEBEN SABER

Los psicólogos de la infancia coinciden en que la percepción de los padres respecto a las preocupaciones de sus hijos es por lo general equivocada. Por ejemplo, situaciones que a los adultos les parecen normales o insignificantes constituyen para los niños fuentes de temor o ansiedad, en el peor de los casos auténticos dramas. En su libro ‘Kidstress’ (El estrés del niño), la psicóloga Georgia Witkin ha revelado que muchos de los padres que presumen de mantener una comunicación abierta y fluida con sus hijos ignoran totalmente las verdaderas preocupaciones de éstos. En un cuestionario entre 800 chicos y chicas de entre 8 y 12 años, Witkin descubrió, por ejemplo, que el miedo a la enfermedad o la muerte de los padres ha crecido considerablemente en las últimas décadas, o que las separaciones y divorcios, por amistosos que sean, siguen constituyendo una fuente de intensa tensión en los hijos.

Cada niño -explica Witkin¯- habla su propio dialecto del estrés. Los padres y los profesores deben aprender a descifrar unos mensajes que no vienen codificados en palabras, sino a menudo en forma de actitudes, gestos o manifestaciones físicas (parpadeos, sudores, temblor de manos) que preludian trastornos más duraderos. Evitar al niño situaciones estresantes no significa criarlo dándole todo lo que desee o facilitándole su vida. El estrés, como reacción de adaptación que es en el fondo, permite desarrollar mecanismos de defensa y modos de respuesta al peligro o a las dificultades. Quizá sea tarde para muchos adultos que se han complicado la vida de tal forma que ya no pueden salir de su espiral. Pero siempre estamos a tiempo para no contagiar al niño las prisas, los temores, las insatisfacciones o las ansias de tener y de poder. Entretanto, seamos conscientes de su fragilidad y ayudémosles a no ser presas de estrés antes de tiempo.

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