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Falta de una alternativa real

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Por: Dr. Humberto Caspa

Tanto los liberales como los de centro-izquierda tienen, relativamente, una opción real con Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de noviembre. Lo mismo se puede decir de un sector conservador –económico y étnico-radical de la derecha– que facilitaron el dominio de Donald Trump en las primarias del Partido Republicano.

Me pregunto: ¿Qué pasa con aquel grupo tradicional religioso que normalmente apoya a los candidatos republicanos?  ¿Por quién van a votar en las elecciones presidenciales?  ¿Cuál de los dos, Hillary Clinton o Donald Trump, conseguirá su apoyo? ¿Será que estos grupos religiosos se quedarán en casa y no votarán por nadie?

Si nos remitimos a la historia, podemos deducir que sin los evangelistas, adventistas, mormones, testigos de Jehová, entre otros grupos religiosos que existen en el país, George W. Bush no hubiese llegado a la Casa Blanca. Es más, difícilmente hubiese tenido la oportunidad de gobernar su estado natal de Texas.

Una comadre mía de México que hoy vive en la ciudad de Santa Ana, California, ha sido muy fiel a las creencias de la Iglesia Católica.  Su religión ha dictaminado sus decisiones políticas desde el momento que llegó a Estados Unidos, especialmente una vez que adquirió la ciudadanía norteamericana.

En políticas sociales, en base a discusiones que tuvimos, siempre ha demostrado tener opiniones contrarias al aborto; no ha aceptado los matrimonios del mismo sexo y ha sido defensora del papel “tradicional” de la mujer en la familia.
Por otra parte, en cuestiones de políticas económicas, debido a que su esposo es un empresario bastante exitoso (un migrante boliviano), a menudo se ha inclinado por las políticas de mercado.  Considera que el sector privado es el motor de la economía y que el aparato estatal simplemente debería garantizar las transacciones entre las empresas y los trabajadores y/o viceversa.

No está de acuerdo en la intervención Estatal en la economía.  No le gusta que el gobierno subsidie o cree oportunidades especiales para algunos grupos étnicos en detrimento de las mayorías.  En otras palabras, mi comadre, quien es absolutamente una persona lindísima y muy solidaria, siempre pensó válido el dicho que “el que trabaja duro, tarde o temprano logrará sus objetivos”.

En base a las conversaciones que tuve últimamente, he podido apreciar su indecisión en torno a las elecciones presidenciales de noviembre.  Mi comadre es una ideóloga conservadora, pero hoy su partido político la ha dejado con un candidato que no profesa sus ideales políticos, especialmente sus creencias religiosas.

Donald Trump no solamente ha expresado su repudio hacia los migrantes indocumentados, sino que ha insultado a toda la nación mexicana. A pesar de que mi comadre no está de acuerdo con ciertas partes del proyecto migratorio demócrata, la actitud irrespetuosa de Donald Trump la ha hecho condenar sus comentarios. Siente que el empresario de la melena rojiza miente mucho y sus políticas sociales son demasiado liberales. 

Como mi comadre, hay millones de estadounidenses que no comulgan ni con las políticas y actitudes bochornosas de Trump, ni con el sesgo liberal de Hillary Clinton.

En tal sentido, estas poblaciones religiosas conservadoras no tienen una alternativa real en las elecciones presidenciales de noviembre. Es una verdadera tristeza que nuestro sistema político bloquee sistemáticamente la emergencia de otros partidos políticos que no sean republicanos o demócratas.

Estoy consciente que es virtualmente imposible cambiar el sistema electoral del país, pero creo que es un buen momento para, por lo menos,  discutirlo. Tal vez, en un futuro lejano, mi comadre y sus correligionarias tengan la oportunidad de votar por un candidato adecuado a sus ideales políticos.

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