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¿Fue un Ovni y no un meteorito lo que cayo en Parnarama?

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En fechas recientes, en el estado de Puebla, México surgieron versiones respecto a un objeto que cayó provocando un fuerte estruendo e hizo cimbrar la tierra, haciéndoles pensar que el hecho había…

En 1996 se suscitó este extraño fenómeno que atrajo la atención mundial al estado de Maranhao, Brasil el cual a 14 años de distancia aún no ha podido ser aclarado…

En fechas recientes, en el estado de Puebla, México surgieron versiones respecto a un objeto que cayó provocando un fuerte estruendo e hizo cimbrar la tierra, haciéndoles pensar que el hecho había provocado una fuerte explosión. Muchos lugareños dieron testimonio de cómo un objeto cruzó la atmósfera terrestre causando una gran luminosidad y luego el estruendo antes mencionado. Autoridades policiacas y del ejército se avocaron a buscar un cráter de 30 metros de diámetro, el cual no hallaron porque el impacto no fue de un objeto de tales dimensiones.

 La explicación científica fue inmediata: Se trató de un trozo del fuselaje de un satélite que colisionó con otro hace algunos años y a eso le llaman ‘basura espacial’. Ese trozo metálico, según dijeron los expertos, pudo ser de unos 30 ó 40 centímetros que al traspasar la atmósfera terrestre y quemarse se redujo al tamaño de una pelota de béisbol. La luminosidad es obvia por tratarse de un objeto en estado ígneo y el estruendo, el lógico que se produce al romperse la barrera atmosférica. Por tal razón, era imposible que las autoridades poblanas hallaran un cráter tan grande como el que pensaban. 

  Sin embargo, este hecho recordó otro acontecido en Parnarama, Brasil cuya historia pudo ser la misma ya que los testigos relataron exactamente lo sucedido en Puebla, sólo que agregaron que el objeto caído había abierto un cráter palpable y visible. 

  Por tal motivo, en 1996, el astrónomo Wilson Carvalho acudió al lugar y realizó su trabajo de investigación ayudado por un detector de metales con el cual recorrió toda la concavidad, sin éxito, de ahí que declarara que el meteorito podría estar enterrado a varios metros de profundidad. Entonces Carvalho junto con el profesor Amauri Barbosa Ribeiro, dueño de la hacienda Bacaba en donde cayó el supuesto meteorito, formaron un equipo para excavar hasta dar con el objeto de su interés.

  Lo harían a pesar que tenían vestigios que diferían de la aseveración que se trataba de un meteorito; según los testigos, el objeto no cayó oblicuamente, como suele ocurrir con los meteoritos, sino que lo hizo verticalmente destruyendo árboles y vegetación que ocupaban el espacio ahora abierto en forma de cráter. El enigma se acrecentaba porque no hallaron tierra carbonizada, algo que generalmente producen los meteoritos por las altas temperaturas resultantes del roce con la atmósfera. Luego entonces, ¿por qué iban a excavar si todo señalaba que no había sido un aerolito el caído en terrenos de la hacienda Bacaba?

  Al equipo de excavación se unió un grupo de alumnos, todos estudiantes de física, de la Universidad Federal de Piauí. Estos, comandados por Nei José da Costa, se costearon con sus propios medios económicos el viaje y la compra de todo lo necesario para su labor. Cabe mencionar que el profesorado de la Universidad no mostró ningún interés en apoyarlos ni en participar en la investigación.

  Habían sido días con mucha lluvia por lo que el profesor Amauri ordenó a sus hombres que taparan el cráter con el fin de evitar el derrumbe de sus paredes. Una vez que las lluvias cedieron, el equipo procedió a excavar hasta 18 metros de profundidad sin encontrar el objeto buscado, pero lo que sí hallaron fueron dos túneles subterráneos de 18 y 12 metros de extensión. Trabajaron arduamente para instalar iluminación eléctrica dentro del túnel más grande, en forma de salón y con más de ocho metros de diámetro, entonces pudieron constatar que en el interior de éste se encontraban restos de raíces, trozos de ramas y hojas de árboles, muy posiblemente arrancados de la superficie por el objeto. 

  Como suele suceder en algunas zonas de la jungla amazónica cerca de la frontera brasileña con Colombia y Venezuela, las lluvias regresaron con mayor fuerza obligando al equipo de excavación a tapar en lo máximo posible el cráter, para reanudar los trabajos cuando dejara de llover de esa manera. Éstos los reanudaron aproximadamente 120 días después y por desgracia los túneles habían sido seriamente dañados, sufriendo derrumbes y mostrando una superficie de tierra sumamente reblandecida, lo que hacía muy difícil seguir trabajando en el lugar. 

  Y no fue sino hasta 1997, fuera de la época de lluvias, que el ‘cazador de meteoritos’ Wilson Carvalho, el profesor Amauri Barbosa Ribeiro y el grupo de estudiantes encabezado por Nei José da Costa, reactivaron su investigación y trabajos de excavación en la búsqueda de un meteorito compacto y férreo, de uno o dos metros de diámetro. Siguieron trabajando por la ruta ya conocida… pero no pudieron encontrar nada.

 Ante el fracaso de la expedición, otros investigadores como Sergio Alves, del Centro de Estudios Ufológicos de Paraíba, concluyeron que se pudo tratar de una nave espacial averiada al entrar en la órbita de la Tierra y que, al fundirse y hacerse compacta tras atravesar la atmósfera terrestre, pudo convertirse en un amasijo metálico de difícil investigación. Algo imposible de comprobar al no ser hallado objeto alguno. 

 Así, la duda permanece abierta en Parnarama y ha pasado a formar parte de los Enigmas y Misterios no develados.  

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