De un tiempo a esta parte, particularmente durante los cuatro años de la presidencia de Donald Trump, los republicanos conducen un ataque orquestado, no solo contra los indocumentados, sino contra los inmigrantes con documentos y los solicitantes de asilo. Esto, en un país como Estados Unidos, que se precia de ser el faro de esperanza para necesitados y perseguidos.
Baste recordar que hacia noviembre de 2019, todavía en el gobierno de Trump, el más antiinmigrante de la era moderna, quienes habían solicitado asilo rebasaban los 24 mil en un momento en que se mantenía la imposición del programa “Quédate en México”; sin embargo, la triste realidad fue que solo 117 de los solicitantes recibieron el asilo, es decir ¡el 0.4%!, de acuerdo con información compartida en ese momento por la Universidad de Syracuse. Las cosas actualmente no han cambiado mucho, a pesar de la iniciativa del gobierno de Biden de acelerar los procesos de asilo, pues aún hay al menos 1.5 millones de casos pendientes.
En ese sentido, el ataque a las leyes de asilo es real. Quizá usted, un familiar o un conocido es beneficiario de asilo y tal vez piense que lo que pase de aquí en adelante no le importa, pues ya aseguró su estancia en Estados Unidos. Pero debería recordar que la vida es como una rueda: unas veces estamos arriba y otras abajo. Y quizá no sea usted el que requiera asilo, pero sí algún otro familiar, conocido, compatriota o cualquier ser humano de otras latitudes.
Lo puede comprobar en los miles de migrantes de Venezuela, Cuba, Nicaragua, Honduras, Guatemala, Haití y otras naciones que llevan meses varados en la frontera México-Estados Unidos intentando presentar sus solicitudes de asilo, pero impedidos de hacerlo debido al Título 42, esa medida sanitaria que permite la expulsión de migrantes sin la posibilidad de solicitar asilo porque el gobierno de Trump, y luego el de Biden, decidieron que la pandemia del Covid-19 amerita la implementación de dicho programa.
A ello se suma el hecho de que por más políticas migratorias tendientes a disuadir a los indocumentados, las razones de origen que expulsan a miles de ellos de sus respectivas naciones se intensifican cada día, desde la pobreza y la falta de empleo, hasta la violencia endémica que consume poblaciones enteras.
El gobierno de Biden anunció que a partir del 23 de mayo dejará de implementar el Título 42, lo que generó reacciones a favor, pero también en contra, de quienes argumentan que Estados Unidos no podrá maniobrar el alza de migrantes que se anticipa en la franja fronteriza.
En el Congreso, legisladores republicanos y demócratas moderados han unido esfuerzos para evitar que el Título 42 se elimine.
Recientes sondeos indican que los estadounidenses parecen favorecer que el Título 42 se mantenga ante la percepción, alimentada por los republicanos, de que lo que se producirá será una “invasión”; la otra percepción es de que una potencia como Estados Unidos será incapaz de manejar el aumento de migrantes en la franja fronteriza. Esos mismos estadounidenses, 56%, apoyan que los migrantes centroamericanos soliciten asilo.
La intención de los republicanos no es limitar la inmigración por razones económicas, como siempre argumentan, porque de hecho se acaba de revelar que los límites impuestos a dicha migración durante la administración Trump produjeron una escasez de trabajadores.
El plan republicano es más maquiavélico, consiste en limitar el ingreso al país de los migrantes que ellos consideran que atentan contra su meta de evitar que esta nación siga siendo diversa e incluyente. Su falsa teoría del “reemplazo cultural” evidencía un profundo sentimiento antiinmigrante y un racismo execrable.
Quienes se han beneficiado del asilo y quienes defienden que esta nación siga siendo ese faro de esperanza, deben alzar su voz y no solapar a quienes promueven agendas nativistas, discriminatorias y racistas.
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