Los lunes muy temprano aparece en las calles El Aviso Magazine. De manera que muy temprano, me tomo unas dos tazas de egolatría leyendo mis escritos; (ya habrás oído que el deseo de fama y gloria es el último vicio que nos quitamos los sabios). Pero el lunes pasado el té me supo amargo. A los primeros renglones me saltó una faltota garrafal que se me escapó… como de aquí a Guatemala, y salió una costra porosa, una palabra por otra. ¡Pa’ su mecha!… Culpar a alguien es lo más fácil; decir que es un compló o sabotaje es sacarle al parche; aprender y buscar soluciones para que no vuelva a suceder es lo más recomendable… Pero dar la cara, enfrentar la ola de críticas y burlas solapadas y las malas caras sin solapa del editor… eso sí me preocupaba.
Pensando en que no era para tanto, y que cosas peores podrían venir… y tendría que enfrentarlas con humildad y entereza, le revolví una taza de café a mi ego y las aguas empezaron a calmarse, pero en eso llegó mi vieja… esposa con la novedad de que la lavadora se había fregrao, que le hacía tacataca, runrún, runrún, tacataca… ¡Otro problema más! ¡Y con lo bien que me caían los lunes!… La solución en estos casos es la que me dio un compa en el trabajo, cuando le empecé a contar lo que me pasó: ¿Y por qué no compró otra? Esa sería la solución de un buen ciudadano americano, pero yo no estoy en condiciones de ser un buen ciudadano americano, para eso se necesita tener mucho dinero o ser muy menso. Yo no iba a tirar una lavadora sin estar convencido que ya no servía o que no tenía remedio fácil.
Le cargué unas garras y la puse a trabajar, observando detenidamente los síntomas de la enferma; Encontré que lavaba bien, restregaba, exprimía y por los reparos pensé que hasta quería salir a tender la ropa en el tendedero. Descubrí que si le presionaba el agitador se le quitaba el tacataca… Estaba empezando a confiar en que solucionaría el problema… Pero al pasar frente a un espejo en el pasillo, vi al viejillo greñudo y de bigote muy blanco, que quería hacer el trabajo y no le tuve confianza, por lo que decidí ir a cortarme la greña y llegando me pintaría el bigote, aunque fuera con grasa de los zapatos. Tomaría las cosas con calma, filosofía, psicología…. y clamato.
Le dije a la ñora que pusiera otra carga de ropa a lavar y que cuando llegaran el zumbido y el tacataca, nomás presionara el agitador, y a ver si al darle y darle se le acababa el ruido… método que otras veces me ha funcionado. Pronto regresé de la peluquería sintiéndome más liviano y más joven… La casa estaba en silencio, la lavadora también…
–¿Qué pasó?
–Ya no hizo tacataca, nomás runrún, -me dijo mi vieja…-
Bah, qué bueno… todo empezaba a salir bien, a lo mejor ni la falta de ortografía notaban en la revista, es revista muy leída, pero no entre los que la hacen…
Para estar más seguro, porque siempre queda la duda, la fregada desconfianza, fui y prendí la fregada lavadora. En efecto ya se le había quitado el tacataca, ¡pero era porque ya no lavaba…! Ya no daba vuelta; con razón hasta el runrún era más suave… Ya ni pa’que llorar… Sospeché que mi vieja no había seguido mis instrucciones, pero ya era mucho para empezar otra bronca, la dejaría para otro día, pero si mi vieja estaba tramando algo para que le comprara lavadora nueva se iba a fregar. Yo iba a componer esa vieja… a las dos.
¡Lo malo era que no tenía idea siquiera por dónde empezar! Quité los tornillos que pude y busqué a ver si veía algo quebrado, pero a simple vista no le encontré nada… Por sí o por no, quité el agitador que era el más escandaloso y, según yo, la fuente del tacataca y lo llevé a un arreglalavadoras. Me dijo que estaba bien, pero que necesitaba “las orejas de perro”… hasta pensé que me estaba albureando, porque con el corte de pelo me habían crecido las orejas… Me las vendió. Fui y puse las partes nuevas como me dijo, ensamblé y… ¡nada!, el mismo ruido seguía… a lo mejor las puse mal ¡y que me acuerdo de la internet! Y allá voy al gugul y al yutub. Al principio no me querían dar razón clara, pero que pregunto por una lavadora marca “guirpul viejita” y que sale un paisa explicando, paso por paso, tornillo por tornillo, cómo desarmarla y cómo arreglarla… Vi el video dos o tres veces y que desarmo la fregada máquina y que le encuentro una parte quebrada tal como decía el video. Que la compro y zas! Que jala…. No sólo mi vieja quedó impresionada, también yo. Agarré tanta confianza que hasta la espeischarol creo que puedo hacer jalar para mandarla de nuevo al espacio, no importa que este viejita. El chiste me salió en 26 dólares y una aporreada del cuerpo, eso sí, porque entre estirones y jaladas quedé adolorido por unos cuatro días, y en el trabajo andaba derechito, derechito, para que no se notara… de por sí que me dicen cabrón viejillo.
Pero ya se me quitó lo aporreao y ahora sí, háganse un lado que voy con mi hacha… Estoy seguro que si nadie me hubiera enseñado cómo hacerlo, no hubiera compuesto esa lavadora. Mucha gente no comparte lo que sabe, por egoísmo, envidia, inseguridad, avaricia, ignorancia; hay algunos pocos que sí lo hacen y hasta con gusto, pero la tendencia mayor es a ocultar lo que se sabe, a sacarle provecho. El día que aprendimos que “el que no sabe es como el que no ve”, ese día decidimos cobrarle por no dejarlo caer al hoyo. Hay muchos, pero muchos, que viven explotando la ignorancia de los demás y que no sólo no enseñan lo que saben, sino que ponen trabas para que el otro no aprenda por su cuenta; nomás hay que ver la forma en que se ha ido reduciendo la enseñanza en los mal llamados “planteles educativos”. Los que creen que una manada de ignorantes es más fácil de conducir que un grupo de personas instruidas e inteligentes, es porque nunca han estados entre personas inteligentes.
Enseñar al que no sabe es una de las obras de misericordia, pero si los mandamientos de los dioses nos los pasamos por el arco de triunfo, las obras de misericordia nos las pasaremos por el triunfo del arco.
Salud, saludos y hasta la próxima… voy a ver si se desconchinfló otra cosa para componerla….
licvidriera@aol.com… ahora también compongo lavadoras…
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