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LA VOZ DE LA MADRE Y SU MÁGICO EFECTO SOBRE EL BEBÉ

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La mayoría de los recién nacidos suelen ser muy inquietos y llorones durante los primeros días de vida; y por extraño que parezca sólo la mamá es quien puede calmarlos, simplemente tiene que hablarle o cantarle y ¡santo remedio!

A veces creemos que es magia y que por eso los bebés solo dejan de llorar cuando escuchan a la madre, pero lo cierto es que es un lazo que se forja entre ellos desde el periodo de gestación.

Son casi las dos de la mañana y su bebé se ha despertado dando tremendos gritos de llanto. Su esposo se ha ofrecido amablemente ir a calmarlo; pero a pesar de que lo carga, lo abraza y comienza a cantarle, en vez de mejorar la situación parece empeorarla. No teniendo de otra alternativa la mamá decide levantarse de su cama toma al bebé en sus brazos y con el simple hecho de susurrarle “duérmete cariño” éste se calla como por arte de magia.

 … ¿Por qué la voz de la madre tiene esa influencia sobre el bebé, y no la voz del padre?

Alrededor de los cinco meses, el feto comienza a desarrollar el sentido de audición, el cual le permite entrar por primera vez en contacto con el mundo exterior. Y aunque la madre ni lo sabe, porque ella habla para otros, su bebé la escucha narrar, cantar, preguntar, ordenar, reír… Es decir, el primer contacto del bebé con el mundo exterior, aun antes de nacer, es la voz de la madre. 

Por tanto no es de extrañar, que la voz de la madre tenga ese efecto especial sobre su bebé, y que sea el primer vínculo de unión entre ambos: antes de ver su cara, antes de oler su piel, antes aún de necesitarla para comer y para moverse, la voz de la madre es el cordón umbilical que les une y que les unirá para siempre.

La voz de la madre y el feto

Cuando la mujer embarazada habla, su voz resuena a lo largo de su columna vertebral, especialmente en las vértebras que quedan a la altura del vientre. Inmerso en el líquido amniótico, el feto puede oír ‘por dentro’ la voz de mamá: todo el líquido amniótico vibra con la voz de la madre, el propio niño vibra, y escucha, y “toca” la voz.

Por eso, durante el embarazo, el feto se mueve especialmente cuando la madre habla. Para saber si nos oye sólo basta que la madre hable y el feto responderá a su voz dando una patadita o moviéndose de lugar bruscamente. 

El nacimiento… Un momento traumático

Desde el punto de vista auditivo, el nacimiento es un momento traumático para el bebé pues este sale de un mundo líquido, y entra en contacto con el aire, un mundo poblado de bajas frecuencias y voces extrañas. El bebé incluso se extraña de su propia voz, que oye por primera vez. Su audición es perfecta y se encuentra sumido de golpe en un mundo nuevo de ruidos. 

A este momento traumático se le conoce como “parto sónico”. Muchas madres optan por el parto acuático; traer al mundo al bebé en un mundo líquido similar del cual viene o usan el remedio más sencillo su “voz” la cual tranquiliza de manera sorprendente al recién nacido.

Por cierto, durante la lactancia es muy curioso observar que si la madre comienza a hablar el bebé interrumpe la succión y se gira hacia ella: hasta ese punto la voz de la madre es un elemento de atracción poderoso para él.

La voz del padre

En cambio, la voz del padre, es un ruido extraño, e irreconocible para el bebé. No ocurre lo mimo con la voz de la tía o la abuela materna, que se parece mucho a la voz de la madre, incluso en buena parte de su voz, justo las frecuencias más altas, las que él oía mejor en el útero.

Por tanto, para el padre es una buena idea hablar con el feto a menudo, abrazando a la madre, e incluso dirigiéndose a él hablándole al vientre: así la voz del padre puede entrar a formar parte, de su mundo sonoro, y luego no será totalmente extraña.  Una vez que ha nacido, cantar al bebé es otra manera de crear lazos afectivos y una idea excelente es cantar juntos: así en el bebé se asocia con ambas voces, y la voz del padre gana en credibilidad.

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La influencia de la voz de la madre es muy poderosa, incluso mucho después, ya de adultos, el remanso de consuelo más seguro siempre será la voz de la madre, y un susurro, una orden o un piropo de la madre son palabras mágicas para nosotros.

 

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