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Los Claveles

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   Estábamos listos para el viaje que haríamos el fin de semana, ya preparados con neveras portátiles bermudas y camisetas, por supuesto con los permisos y con los bolsillos llenos de billetes nuevos que habíamos recibido por la primera semana de pago en el campamento de verano del Ejército de Reserva. Mi amigo del ejército Dan y yo, teníamos el Corvette 427 azul metálico, en el que iniciaríamos la aventura.

 Desde que el día anterior no encontramos nuestros nombres en la tabla de asignación de deberes del fin de semana, nos sentíamos felices, por eso decidimos que la playa era lo que necesitábamos para recuperarnos de cuatro días de raciones reducidas y de mosquitos en las colinas orientales de Alabama.

Nos dirigíamos a la Florida- y el ejército era el último en lo que pensábamos.

   Nuestro campo de verano había comenzado muy pronto aquel año. El clima de mayo había sido delicioso, y con la capota abajo y el equipo de sonido en lo alto llegamos a Birmingham y decidimos detenernos allí para llamar a nuestras madres y desearles un feliz día antes de continuar nuestro viaje hacia el sur por la autopista.

  Encontré a mamá en casa y me dijo que acababa de regresar de la tienda. Por el tono de su voz, supe que estaba decepcionada de que yo no pasara aquel día especial en familia. “Que tengas un buen viaje y ten cuidado, Te echaremos de menos”, dijo.

  Cuando regrese al auto, por el rostro de Dan supe que el también estaba padeciendo del mismo sentimiento de culpa que me obsesionaba. Entonces tuvimos una brillante idea. Enviar flores.

  Estacionamos al lado de una florería del sur de Birmingham. Cada uno garabateó una nota para enviarla con las flores que nos absolverían de la culpabilidad de pasar nuestro único fin de semana libre en la playa y no con nuestra querida madre.

  Aguardamos mientras el empleado de la florería ayudaba a un niño, quien estaba eligiendo un arreglo floral, evidentemente para su madre. Impacientes, deseábamos pagar las flores y partir.
  El niño se mostraba orgulloso a más no poder cuando volteó hacia mí sosteniendo su arreglo mientras el empleado escribía la orden.

  “Estoy seguro de que le encantará a mamá-dijo-.
“Son claveles. A ella le fascinaban los claveles. Le agregaré alguna flores del jardín, antes de llevarlos al cementerio”.

  Un silencio invadió la tienda…
  Levanté la vista hacia el empleado, que se veía conmovido. Luego miré a Dan. Observando al niño que salió de la tienda, orgulloso de su arreglo, y trepó al asiento de atrás del auto de su padre.
  “¿Ya eligieron lo que desean?”, preguntó el empleado, quien apenas podía hablar.

  “Supongo que sí”, respondió Dan. En ese momento sin planearlo tiramos las tarjetas a la basura y nos dirigimos en silencio hacia el auto.

  Estando en el auto los dos en silencio, nos miramos, y sin palabras decidimos regresar. En todo el camino de regreso no podíamos dejar de pensar en ese niño que nos había dado una gran lección.

  Dan me dejo frente a la casa de mis padres y prometió pasar por mí el domingo pro la tarde para regresar al cuartel.

    Florida definitivamente podía esperar para otra ocasión, pero mi madre no, ella merecía que yo estuviera este día tan especial junto a ella.
 ¡Feliz día de las madres!

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