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LOS HUEVOS DE CARACOL, SE HIZO MILLONARIO!

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El gastrónomo francés Alain Chatillón se fue de vacaciones al Tíbet. Pero no llegó al lado chino, sino al hindú. Y cuando, junto a otros turistas, absorto contemplaba las esculturas y la exótica…

 Inventó un platillo que enloqueció a toda Europa y, gracias a…

  El gastrónomo francés Alain Chatillón se fue de vacaciones al Tíbet. Pero no llegó al lado chino, sino al hindú. Y cuando, junto a otros turistas, absorto contemplaba las esculturas y la exótica ambientación, entraron al recinto siete jovencitas hindúes, con trajes típicos y descalzas.  Sumisas y solemnes llevaban en sus manos charolas en donde tenían copas de plata y oro, rebosantes de unas bolitas blancas, brillantes y cubiertas de una “baba” transparente. Las jovencitas se postraron ante varias esculturas de deidades y las adoraron, a la vez que quemaron incienso y colocaron las copas de plata y oro a los pies de ellas y se retiraron del lugar.

  Alain quedó intrigado. Esperó a que las chicas abandonaran el recinto y, tratando de no ser muy evidente, se acercó a una de las esculturas y miró el contenido de la copa de oro. La curiosidad lo invadió aún más y estiró el dedo índice de su mano derecha con la intención de tocar una de esas enigmáticas bolitas y saber así qué eran. 

 Cuando estaba a punto de hacerlo, un guardia hindú, en forma cortés, pero firme, le rogó que no lo hiciera, ya que eso era “una falta de respeto al dios”.  Alain se disculpó y preguntó qué eran esas raras bolitas, a lo que el guardia contestó:  “Son huevos de caracol. Los ofrendamos a nuestros dioses, pues creemos que nacieron gracias a un caracol gigante que puso sus huevos y fueron fertilizados por el Buda, quien adoptó la forma de un caracol también.  De esos huevecillos nacieron ellos y ahora nosotros ofrendamos huevos de caracol como una forma de honrarlos, reconociendo su origen”.

  Alain salió del recinto y caminó pensativo por las calles. Su rostro se iluminó al llegar al mercado y ver que vendían los huevos de caracol al público que quisiera poner un poco en sus altares caseros.  Compró medio kilo, ya que su habilidad gastronómica le decía que eran semejantes al carísimo caviar, con esa corazonada se encamino hacia su hotel.

Ya en su hotel los preparó como si efectivamente fuera caviar y los probó… Para su sorpresa, ¡sabían asquerosamente horrible! El pensaba que, al provenir de los caracoles, lo cuales también son comestibles y, para él, deliciosos, los huevos serían una delicia al paladar, pero su impresión fue todo lo contrario, estaban horribles.

 Tomó un trago de agua y la escupió para lavarse la lengua. Alain comentó al respecto:  “Estaba arrepentido de haberme metido a la boca eso que me había parecido una soberana porquería, pero el saborcito que me quedó en la boca, como degustador profesional, me dijo que, con un poco de preparación, los huevecillos serían un platillo deliciosos, así que puse manos a la obra y necesité cinco años para encontrar una técnica que les quitara ese horrible sabor y logré que tuvieran uno digno de los paladares más exigentes”.

   Así nació el “Brut D’Escargot”, o huevos de caracol, con la receta super secreta de Alain. Logró imprimirle un sabor entre el caviar, los escamoles (huevos de hormiga) y el queso fino. Su creación fue un exitazo tal, que Europa se volvió loca con el platillo. En esos cinco años de experimentos, Alain se trajo del Tíbet varias docenas de caracoles y logró adaptarlos al clima, tierra y condiciones francesas.

 Alain ha creado una enorme empresa que le ha dado gran prosperidad económica y prestigio en todo el mundo. En su granja tiene más de cuatrocientos mil caracoles que producen la materia prima para su delicia gastronómica. Tiene animalitos por todas partes del mundo y, según el lugar del planeta de donde provienen, es el tipo de huevecillo, y cada “raza” de caracoles provee del “caviar Chatillón” con sabor característico, de tal manera que existen muchas variedades.  

Los huevos de caracol son llamados por mucha gente el “caviar de los pobres”, ya que cuesta mucho, muchísimo menos que el caviar auténtico, para el deleite de muchos que no pueden adquirir el tan costoso caviar.  Anualmente Alain produce en sus criaderos más de doscientos cincuenta kilos, que son ávidamente devorados por sus tragones clientes que no se cansan de degustar tan exquisito platillo ¿El secreto de la receta?  Alain afirmó que ni a su madre se lo diría, ya que esto significaría crear competencia alrededor suyo. Guardando el secreto es el rey absoluto del imperio de los huevos del caracol.

  Y Créalo o No, Así Fue… como un francés, se volvió millonario, ¡¡gracias a los huevos de caracol!!

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