Las matemáticas son responsables de todas mis alergias. Ante la visión de una simple operación aritmética mi sistema inmunológico reacciona. Siento rasquiña, presión de gases en el bajo vientre, sudor
Las matemáticas son responsables de todas mis alergias. Ante la visión de una simple operación aritmética mi sistema inmunológico reacciona. Siento rasquiña, presión de gases en el bajo vientre, sudor helado en las falsas costillas y hasta se me licuan los mocos. Ni para que recordar cuando en la prepa, mi maestra de matemáticas escribía sobre el tablero una fórmula compleja: a+b=x-c. Ahí mismo mi organismo preparaba su defensa antimisiles. La fórmula escrita con tiza blanca, se me iba desenfocando (l e n – t a – m e n – t e) en mi cerebro, sin importar que el inmenso tablero estuviera a un metro de mis narices, pues la vieja insistió siempre en sentarme en la primera fila, para que yo no me desconcentrara.
La geometría fue otra pesadilla. Nunca comprendí que quería decir mi maestra con la tal “hipotenusa” y nunca entendí la relación existente entre el escuálido pecho de la vieja y los “catetos”, “senos” y “cosenos” de los que tanto hablaba. Ni para qué contarles la clase sobre los tales “números primos”. Nunca entendí ni pío. Los percibí como una suerte de primos lejanos, no muy familiares, como les sucede a los cubanos que viven en la Calle Ocho de Miami, con sus primos segundos que quedaron varados en una isla, separada por 90 millas de agua y 50 años de historia.
Mi mayor decepción ocurrió cuando estudié “conjuntos”. Pensé que mi maestra quería mejorarles la imagen a las matemáticas hablando de conjuntos de rock. Pero no. ¡Qué desilusión! Jamás entendí de qué conjuntos hablaba. Todo era tan confuso, que empecé a sospechar que la vieja se aspiraba -antes de cada clase- su buena dosis personal de marihuana. Incluso pasé años de confusión buscando el parentesco entre las matemáticas y la botánica. Y todo por esa obsesión de la vieja de ponernos a buscar la tal “raíz cuadrada”.
Por esa época concluí: Para estudiar “matemáticas puras” se necesita ser como mi maestra: pura, santa, virgen, mártir… y fea. En esos años, su frase más odiosa era: “les voy a poner un problema”. ¿Más problemas? Si con los que yo cargaba a esa edad era suficiente: Acné juvenil. Amor platónico por una compañera que ni me volteaba a mirar. Cero pesos. Calificaciones desastrosas. Y, como si lo anterior no bastara, la sádica resultaba poniéndome “un problema adicional”… ni que yo fuera un talibán condenado a vacaciones perpetuas en la prisión de Guantánamo. Similar agonía la sentí el pasado domingo, cuando el tío Epaminondas resucitó la desgraciada frase:
– Va un “problema matemático”: ¿Qué hacer con 12 millones de indocumentados? Buscando, buscando, encontré estas cuatro “soluciones finales”:
– Lou Dobbs periodista de CNN: ¡Deportarlos!
– Tom Tancredo candidato republicano: ¡Encarcelarlos!
– Minuteman: ¡Cazarlos!
– Klu Klux Klan: ¡Colgarlos!
Lo único que comparto con estos cuatro bárbaros, es que -ellos y yo- somos unos tarados en matemáticas. Los reto a que me demuestren lo contrario. Si son tan inteligentes, resuelvan estos tres problemas matemáticos:
1.- ¿Qué hacer con tres millones de niños -ciudadanos norteamericanos- (amparados por la Constitución) cuyos padres serán: deportados, encarcelados, cazados y colgados?
2.- ¿Cómo se resuelve el problema de encarcelar a 12 millones de indocumentados, si hoy este país tiene la población carcelaria más grande del mundo (2 millones 150 mil personas) y las cárceles están sobre pobladas?
3.- ¿Qué resulta más barato, mantener a 400 inmigrantes (de los cuales 200 son niños) en un hotel Hilton o en la cárcel privada de Don Hutto en Texas? (Pista: CCA es la empresa privada que maneja más cárceles en Estados Unidos y recibe $77.380 dólares por año, por mantener detrás de las rejas cada niño).
MI RESPUESTA A LOS 3 PROBLEMAS:
Regularizar a los trabajadores inmigrantes y ordenar la inmediata deportación de las matemáticas.
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Problema matemático sin solución:
¿Ante quién se queja uno
cuando uno tiene una queja
contra el “Departamento de Quejas”?
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