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Muerte en el Debate

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Por: Dr. Humberto Caspa

 Mucha gente todavía cuestiona la viabilidad de los debates. Algunos piensan que es una jugarreta de la televisión para elevar sus ratings.  Otros, los más incrédulos, creen que durante los debates, los políticos nos muestran una personalidad irreal, hacen lucir una persona sobrevaluada, nos mienten con tal de…

En parte, los críticos tienen razón.  Los políticos, al fin y al cabo son personajes oportunistas y ambiciosos.

  Empero, los debates todavía nos dan una pauta de la inteligencia del candidato o mejor dicho, de la capacidad de entender problemáticas económicas y sociales complicadas que nos afectan día a día.

  Los debates favorecen a algunos candidatos y a otros los destruyen.  Para muchos críticos y comentaristas, el primer debate que sostuvieron el demócrata John Kennedy y el republicano Richard Nixon en septiembre de 1960 marcó un hito en la historia del debate y los medios de comunicación, particularmente en la televisión.

  De acuerdo a los que vieron el debate en la televisión (70 millones), Kennedy fue el ganador.  Los que escucharon por la radio dijeron que Nixon se llevó la victoria.

   No fue tanto lo que dijo Kennedy o el proyecto político que presentó a la tele audiencia, sino cómo se presentó ante las cámaras. Lució más sobrio, mejor vestido, más joven y con mayor aplomo.  Entrelazó sus ideas a través de una combinación de gestos naturales y una coherencia verbal incomparable.

  En tanto, Nixon fue todo lo contrario.  Se presentó con un semblante taciturno, bajo de peso y con una combinación de ropa que nunca le lucieron bien.  Parecía más viejo de lo que realmente era.  A pesar de que supo subrayar su proyecto político y económico, no lo hizo de una manera convincente.

  Hoy, el debate sigue siendo un arma de doble filo para los candidatos. El gobernador de Texas, Rick Perry, recientemente se sumó al grupo de sus víctimas.
Desde que se pronunció como candidato a la presidencia nunca supo expresar su programa político de una manera coherente en frente de sus contrincantes y la audiencia.

  La semana pasada, durante el reciente debate de los candidatos republicanos, Perry trató de dar al país  una cátedra de cómo contrarrestar la crisis económica por la que atravesamos.  “Van a ser tres las agencias gubernamentales que van a desaparecer [cuando sea presidente] y son: Comercio, Educación y …”
Ya no supo qué más decir. 

 Se olvidó de esa tercera dependencia gubernamental que iba a desaparecer y al parecer en su mente ya la había desaparecido. Y aunque trató recordar y enmendar su error, nunca logró hacerlo.

  Fue uno de esos momentos menos efusivos del proceso de las elecciones primarias del Partido Republicano.

  La incoherencia de Perry seguramente servirá como material de enseñanza a profesores de ciencias políticas, comunicaciones y también a jefes de campañas políticas.

  Perry entró a la contienda presidencial con muchas luces.  Estuvo liderando las encuestas republicanas.   A medida que se presentaron los debates, no supo competir con sus adversarios, perdió el tino y la brújula política, cometió errores y le dio golpes a su propia campaña política.

  Hoy está ubicado en un distante tercer lugar.  Su situación más  parece empeorar que mejorar.

 Perry tuvo todos los elementos políticos para ganar, pero nunca supo aprovechar de las virtudes que ofrecen los medios de comunicación.

  Los debates se convirtieron en nichos macabros que esperaron su muerte política.  Los republicanos parece que ya tienen la fecha de su sepultura.
Humberto Caspa, Ph.D., es profesor e investigador de Ecomonics On The Move. E-mail: hcletters@yahoo.com.
 

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