Pulso USA
Jesús Del Toro
La anestesiologa Tiffany Ingham, cuyas palabras impropias a un paciente fueron grabadas por un teléfono inteligente. La anestesiólga Tiffany Ingham, cuyas palabras impropias a un paciente fueron grabadas por un teléfono. Es indudable que los teléfonos inteligentes son objetos que con frecuencia dejan a las personas con la boca abierta. Y a veces con una indignación formidable.
Eso le sucedió a un hombre en Virginia que, mientras estaba en la sala de operaciones para que se le practicara una colonoscopía, dejó a su teléfono grabando el audio del lugar en previsión, él pensaba, de registrar las indicaciones que los médicos le dieran cuando terminara el procedimiento dado que él estaría parcialmente sedado y quizá no podría comprenderlas.
Pero lo que se grabó fue mucho más escandaloso. Según el relato de The Washington Post, que tuvo acceso a la grabación, tan pronto el paciente quedó sedado por la anestesia, los médicos que lo atendían tuvieron, por decirlo así, una transformación.
La anestesista, identificada por el Post como la doctora Tiffany M. Ingham, de pronto exclamó que “tras cinco minutos de hablar contigo en el preoperatorio quise golpearte en la cara” y luego añadió, cuando una asistente detectó una erupción cutánea en el paciente, que no la tocara o podría adquirir “sífilis en su brazo o algo”. Asimismo dijo que era “probablemente tuberculosis en el pene”. Otro médico habría dicho entonces que “mientras no sea ébola estás OK”. Ejemplos de ese audio fueron publicados por el mencionado peródico.
La identidad del paciente ha sido mantenida en el anonimato y los hechos sucedieron en abril de 2013.
La grabación mostró que, al parecer, la anestesióloga era todo un caso y uno se preguntará si esa actitud y esas palabras eran su forma normal de comportamiento o si quizá todo se debía a una animadversión personal ante el paciente. Sea como sea, esos comentarios resultaron insultantes e impropios. Pero no fueron los únicos.
Al parecer, de acuerdo al Post, los profesionales médicos incluso llegaron a comentar la idea de no que una asistente le mintiera al paciente tras la operación y colocara un diagnóstico falso en su expediente. Y de acuerdo al portal Courthouse News la mofa llegó al extremo de que los médicos se habrían burlado de un comentario del paciente sobre su miedo al ver agujas, e Ingham lo habría llamado “retrasado” por ello e incluso se habría mofado de que el paciente asistió a una universidad que en el pasado había sido sólo para mujeres.
Uno puede imaginar la sorpresa y la ira mayúsculas que el paciente habrá sentido cuando, tras despertar de la anestesia y consultar la grabación en su teléfono, escuchó todas las diatribas que se hicieron sobre su persona mientras estaba inconsciente. Ante ello, el hombre demandó a los médicos que lo atendieron por difamación y negligencia médica y, tras un juicio, la corte ordenó la semana pasada a los acusados pagarle al insultado paciente 500,000 dólares, aunque el demandante y sus abogados habían originalmente exigido más del triple.
Las bromas, como muestra este caso, definitivamente salen caras, y también fueron una muestra de una grave falta de profesionalismo y respeto al paciente. Ingham, al parecer, dejó su trabajo en Virginia y se mudó a Florida, de acuerdo al relato del Post, pero no ha podido ser ubicada para comentar sobre este bochornoso caso.
Hay cierta controversia sobre si lo dicho por los médicos, con todo lo desagradable que pudo resultar para el ofendido, en realidad configuraba una difamación (en alusión a los padecimientos que fueron aludidos por los médicos al comentar sobre la erupción cutánea y que ciertamente el paciente no tenía), pues tales afirmaciones no fueron realmente publicadas o divulgadas, pero la corte consideró que el hecho que fueran hechas en presencias de varias personas, el personal médico en el lugar de la operación, y la falta de profesionalismo de quienes las dijeron convenció al jurado de encontrar culpables a los doctores.
Por la boca muere el pez, dice el dicho, pero en este caso al menos lo que murió fue cierta dignidad profesional y, quizá, la carrera médica de los acusados pueda resultar dañada sobre todo si las autoridades de regulación médica de Virginia entran en acción (lo que no ha sucedido hasta el momento).
Sea como sea, ¿quién querría someterse a una anestesia y a una cirugía con médicos que van a hacer mofa del paciente tan pronto quede inconsciente y estén incluso dispuestos, en serio o en broma, a mentirle o a colocar un diagnóstico falso?
Tener el teléfono inteligente a la mano resultó, así, una precaución ciertamente inteligente.
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