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Para Ganarse la vida!

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Para esos tres mexicanos y tres estadounidenses que al momento de escribir estas líneas continúan atrapados en el fondo de la mina del Cañon Crandall, en Huntington, Utah, mis oraciones y mis respetos

“En la adversidad, una persona es salvada por la esperanza” Menandro de Atenas

Para esos tres mexicanos y tres estadounidenses que al momento de escribir estas líneas continúan atrapados en el fondo de la mina del Cañon Crandall, en Huntington, Utah, mis oraciones y mis respetos. No cualquiera tiene las agallas para descender a mil o dos mil pies de profundidad en las entrañas de la tierra -a veces más-, armado sólo con una pequeña lámpara, un poco de agua y comida suficiente para aguantar apenas esa jornada. Ahí, en la más completa oscuridad, una acumulación de gases puede provocar explosiones en cualquier momento. También existe el peligro latente de morir, o peor aún, quedar sepultado vivo bajo miles de toneladas de piedra en uno de los constantes derrumbes.

Un simple resbalón, un error de cálculo o una falta de concentración puede ser fatal. Son cientos y en ocasiones hasta miles las personas que mueren anualmente en este que es uno de los oficios más riesgosos del mundo. Ejemplos recientes, el de Sago, en Virgina del Oeste, que mató a 12 mineros en enero del año pasado o el de Pasta de Conchos en el Estado mexicano de Coahuila, donde a más de 18 meses de la tragedia, sólo se ha recuperado el cadáver de una de las 63 víctimas.

Aquí, en Estados Unidos, cada vez son más los hispanos que deciden correr el riesgo. Aunque la mayoría de los patrones violan flagrantemente las normas de seguridad (como en el caso del dueño de la mina de Utah, Robert Murray), la paga de entre 17 y 25 dólares la hora es una tentación.

¿Indocumentados?… muy probablemente la gran mayoría. Eso explica porque, hasta el momento, los familiares del chihuahuense Manuel Sánchez, así como los sinaloenses Luis Hernández y Juan Carlos Payan, han guardado un silencio casi absoluto ante los medios de comunicación. Para este reportero, enviado especial de Azteca America hasta el lugar de los hechos, fue misión imposible entrevistar a las esposas o familiares directos de las víctimas frente a una cámara de televisión.

En Utah, como en buena parte del territorio estadounidense, los latinos le tienen más miedo a la migra que a las malas condiciones de trabajo. Esposas de otros mineros, que también son inmigrantes mexicanos, me dijeron de manera confidencial que las autoridades de la mina los amenazaron para que no dieran declaraciones a la prensa. – “Regáleme unas palabras aunque sea de espaldas”, le dije a una de ellas. – “¡No, José Martín!, capaz que me reconocen. Primero corren a mi marido y luego nos deportan”.

Este lunes 20 de agosto, se cumplen ya dos semanas del derrumbe. Las dos perforaciones que se han hecho desde lo alto de la montaña han fracasado en su intento de detectar señales de vida. Y lo que es peor, las muestras de aire en la zona donde se supone que estarían los mineros, han arrojado índices de oxígeno por debajo de los necesarios para que un ser humano respire. Por lo pronto, 134 hombres continúan trabajando para alcanzar la zona donde se supone que ellos se encuentran. Al mismo tiempo, ya se taladra un tercer agujero vertical a través del cual se les podría hacer llegar aire, agua y comida. Se ve muy difícil, pero, como dice el dicho, la esperanza muere al último… Digan lo que Digan.

Envía tus comentarios a: jmsamano@aztecaamerica.com  No te pierdas a José Martín Sámano en el Noticiero Nacional de Azteca America, de lunes a viernes a las 6:30 pm. Sólo por Azteca America, canal 54.

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