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Por Favor, Dios Mío…. ¡Sólo Tengo 17 Años!

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  El día de mi muerte fue tan común como cualquier otro día de clases.
 Hubiera sido mejor regresarme como siempre en el autobús, pero me molestaba el tiempo que tardaba en llegar a casa.

      Recuerdo la   mentira que le conté a mamá para que me prestara su automóvil, entre los muchos ruegos y súplicas, le dije que todas mis amigos manejaban y que consideraría un favor especial si me lo prestaba.

  Cuando sonó la campana de las 2:30 de la tarde para salir de clases, tiré los libros al pupitre porque estaría libre hasta el otro día a las 8:40 de la mañana, corrí eufórica al estacionamiento a recoger el auto, pensando sólo en que iba a manejarlo a mi libre antojo.

  ¿Cómo sucedió el accidente?… Eso qué importa. Iba a exceso de velocidad, me sentía libre y gozosa, disfrutando el correr del auto. Lo último que recuerdo es que rebasé a una anciana, pues me desesperó su forma tan lenta de manejar.

  Oí el ensordecedor ruido del choque y sentí tremendo sacudimiento… Volaron fierros y pedazos de vidrio por todas partes; sentía que mi cuerpo se volteaba al revés y escuché mi propio grito.

  De repente desperté. Todo estaba muy quieto y un policía estaba parado junto a mí. También vi a un doctor. Había un cuerpo, estaba destrozado y ensangrentado, con pedazos de vidrio encajados por todas partes… ¡Era mi cuerpo!!!  Pero cosa rara, no sentía ningún dolor.

  ¡Hey! No me cubran la cabeza con esa sábana. ¡No estoy muerta, sólo tengo 17 años! …  Además, tengo una cita por la noche. Todavía tengo que crecer y gozar de la vida. ¡No puedo estar muerta!

   Después me metieron en una gaveta. Mis padres tuvieron que identificarme. Lo que más me apena es que me vieran así, hecha añicos.

  Me impresionaron los ojos de mamá al enfrentarse a la más terrible experiencia de su vida.

  Papá envejeció de repente cuando le dijo al encargado del anfiteatro: “Sí… ella es mi hija”.
  El funeral fue una experiencia macabra…. Vi a todos mis parientes y amigos acercarse a la caja mortuoria. Pasaron uno a uno con los ojos entristecidos; algunos de mis amigos lloraban, otros me tocaban las manos y sollozaban al alejarse.

 ¡Por favor, que alguien me despierte! ¡Sáquenme de aquí! No aguanto ver inconsolables a papá y mamá. La aflicción de mis abuelos apenas les permite andar…. Mis hermanas y hermanos parecen muñecos de trapo. Pareciera que todos estuvieran en trance, nadie quiere creerlo, ni yo misma.

  ¡Por favor, no me pongan en la fosa!
  Te prometo, Dios mío, que si me das otra oportunidad seré la más cuidadosa del mundo al manejar. Sólo quiero una oportunidad más.

  Por favor, Dios mío…. ¡Sólo tengo 17 años!!!
                                                                                   — Anónimo

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