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Promesas Veniales

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Todos los diciembres parecemos políticos en campaña: disparamos promesas de todos los calibres y en todas las direcciones. Pero con el transcurrir de los días,

Por: Armando Caicedo

Todos los diciembres parecemos políticos en campaña: disparamos promesas de todos los calibres y en todas las direcciones.

Pero con el transcurrir de los días, nos vamos contagiando de la misma amnesia. Se nos empiezan a enfriar las buenas intenciones y, al final del año, ya ni recordamos las promesas.

 Pongo como ejemplo a mi tío Primitivo. El viejo siempre demostró ser muy persistente con sus promesas. 

Tan pronto se olía la llegada de un nuevo año, repetía la misma promesa: “Este año dejo de fumar”.

 En la primera semana de todos los eneros, el tío Primitivo demostraba -a propios y a extraños- su enorme fuerza de voluntad. Con una frialdad admirable arrojaba al bote su “última” cajetilla de cigarrillos y rompía sus relaciones con el “hombre Marlboro”.

 En el curso de la segunda semana, su fuerza de voluntad se empezaba a ablandar. Entonces modificaba su promesa, y juraba que sólo se fumaría un cigarrillo al día. 

 Durante la tercera semana fumaba un día sí y el otro no… Cuando ya apuntaba febrero, fumaba un día sí, y el otro también.

 A la semana número 50 el tipo fumaba más que una bailarina en la cárcel. Entonces volvía a exhibir su fuerza de voluntad y repetía el mismo juramento de los diciembres anteriores: “el año que viene, dejo de fumar”.

 Por fin ¡oh sorpresa! el tío Primitivo, honró la promesa que durante treinta y siete años incumplió: dejó de fumar para siempre. (Lo enterramos en enero pasado, víctima de un enfisema pulmonar).

 Las promesas incumplidas no son patrimonio exclusivo de políticos en campaña y de fumadores empedernidos. Esa misma debilidad la padecen los gorditos.

 Gracias a una dieta generosa en hamburguesas, papitas y pollo grasiento, el gordito empieza a cultivar una generosa panza, digna de un bebedor de chelas.

 El diámetro de su hercúlea barriga continúa creciendo gracias a la alergia que le tiene al ejercicio físico. (El único ejercicio físico que practica es empinar el codo para beber más cervezas). 

 El gordito se pone las pilas cuando se percata que el cinturón del pantalón le aprieta el bajo vientre. Y la alarma se le enciende cuando descubre que para observarse las partes nobles debe usar un espejo retrovisor.

 Entonces empieza a prometer: “el año que viene, bajo cuatro pulgadas en la cintura y veinte libras en la balanza”. 

 Su propósito es tan serio, que incluso pide ayuda al santo de su devoción, aclarando que comenzará su dieta una vez pasen las comilonas de fin de año y la cena de Reyes.

 Eso demuestra que los gorditos también incumplen sus promesas, tal como acontece con los políticos y los fumadores.

 ¿Y qué tal las promesas de los estudiantes? (“El año que viene estudiaré desde la primera semana”).

 ¿Y qué tal las promesas de los contribuyentes? (“El año que viene no dejaré para última hora mi declaración de taxes”).

 ¿Y qué tal aquellos calenturientos que prometen “fidelidad hasta que la muerte nos separe”? 

 Es evidente. Todos incumplen sus promesas: los políticos, los fumadores, los gorditos, los estudiantes, los contribuyentes y Tiger Wood.

 A propósito, ¿qué pasó con la promesa que nos hizo el Presidente Obama de impulsar la Reforma Migratoria en su primer año?

 (Reconozco que Obama recibió esta Nación al borde de una gran depresión, con un déficit de $1.3 trillones de dólares, dos guerras internacionales, más de tres millones de propiedades en foreclosure (sólo en 2008) y 11.6 millones de desempleados)… pero aún así, pregunto:

 ¿Será que todos incumplimos nuestras promesas… incluidos los políticos, los fumadores, los gorditos, los estudiantes, los contribuyentes, el infiel del Tiger Woods, Obama, mi jefe y yo? …………………………………………………

…………………………………………………… •-•  2009 Armando Caicedo 494

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