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Un Perrito Travieso

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    Shariff era un perrito muy curioso que tenía una costumbre exagerada; la de coleccionar huesos. Porque si bien, a los animalitos de su especie les gusta enterrar huesos,  nuestro amiguito, hueso que hallaba, hueso que enterraba en el jardín de la casa de sus amos.

  La señora ya estaba más que harta, pues sabía que su adorado jardín prácticamente estaba “sobre huesos” de arriba abajo, pero se resignaba ante la incurable manía de su perrito. —¡Shariff es así y no puedo cambiarle!– solía decir, para justificar a su mascota ante su marido y amistades.

 Pero un día, sucedió lo peor. Shariff encontró un hueso muy bonito y, como era habitual, se lo llevó al jardín. Mas cuando pasó por el salón principal de la casa, sin querer se enganchó en un valioso jarrón de porcelana china y, claro, ¡lo tiró al suelo! y como era de suponerse se hizo añicos.

—¡Dios mío! ¿Qué voy a  hacer ahora? Mi ama se pondrá furiosa– exclamó Shariff más que aterrado.
 Pero pronto tuvo la solución. Enterraría los pedazos del jarrón en el jardín y su ama ni siquiera se enteraría de lo sucedido. Lo malo fue que, en su desesperación por llevar a cabo lo más rápido posible su plan, olvidó el hueso en el lugar que antes ocupaba el jarrón.

  Cuando el ama descubrió lo sucedido, se molestó tanto, que regañó al perrito con mucha energía y lo amenazó con regalarlo a algún vecino si volvía a tratar de engañarla.

Moraleja:

Las travesuras causan daño pero son peores si hay engaño!

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