La depresión es un trastorno del estado que ánimo que no solo afecta a los adultos, sino también a los adolescentes e incluso a los niños. La falta de madurez emocional y de recursos para controlar sus emociones provoca en los más pequeños un bache para conseguir ser felices.
La depresión en si es un grave problema, pero dentro de esa gravedad esta ‘el suicidio’ que es la segunda causa de muerte en los adolescentes entre 15 y 19 años en Estados Unidos, solo después de los accidentes; a pesar de esa tasa, y al contrario de lo que sucede con la incidencia de depresión, de hecho, ha estado disminuyendo desde la década de los noventa. Sin embargo, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades anunciaron en noviembre pasado que la tasa de suicidios en chicos de entre 10 y 14 años se ha elevado al punto de que el riesgo de morir por suicidio es tan alto como el de morir en un accidente de tráfico según los datos de 2017, los últimos disponibles.
Benjamin Shain, jefe del departamento de psicología del niño y el adolescente en el Sistema de Salud de la Universidad North Shore, fue el principal autor del informe clínico de la Academia de Pediatría de los Estados Unidos emitido el verano pasado sobre suicidio e intento de suicidio en adolescentes. “Cuando se trata de tu hijo, de alguna manera las estadísticas no importan; lo que importa es tu hijo en particular”, dijo.
El doctor César Soutullo ha remarcado que “ya que la depresión es un problema bastante frecuente en niños y adolescentes”. Sin embargo, “los síntomas no suelen ser como los de los adultos, en quienes se manifiesta principalmente mediante tristeza. En menores, algunos niños presentan hastío o aburrimiento, falta de interés o irritabilidad, síntomas que a veces confunden el diagnóstico con alteraciones conductuales, relacionadas con la adolescencia”, ha señalado. En otras ocasiones, pueden presentar un menor rendimiento académico, debido a una falta de atención y de interés que les hace dejar de esforzarse, describe el psiquiatra.
Irritabilidad elevada, ira u hostilidad extrema. Tristeza frecuente o episodios de llanto. Sentimientos de desesperanza. Disminución de su interés en actividades, o dificultad para divertirse en actividades que previamente eran sus favoritas.
Aburrimiento persistente. Falta de energía o cansancio. Aislamiento social o falta de comunicación. Autoestima baja o sensación de culpa o responsabilidad por cosas malas que puedan pasar. Sensibilidad extrema al rechazo o poca resistencia ante los fallos o errores. Quejas frecuentes sobre problemas físicos (como dolores de cabeza, o de estómago, mareos, nauseas…) en los que no se encuentra causa médica. Ausencias frecuentes de colegio, o disminución del rendimiento escolar.
Problemas de concentración. Cambio importante en los hábitos alimentarios o del sueño. Conversaciones sobre intención de escaparse de casa. Pensamientos o expresiones sobre la muerte o intención de suicidarse activa o pasivamente.
“Ciertamente hay evidencia de que el acoso por internet puede relacionarse con un aumento de la depresión, en especial entre las chicas, y tal vez un incremento en suicidio”, dijo Shain. Esta es un área, explicó, en la que muchos padres se sienten perdidos respecto de cómo orientar a sus hijos; el impulso de los padres puede ser quitarles el teléfono, lo que puede empeorar las cosas para algunos adolescentes.
“Aunque actualmente existen terapias efectivas contra la enfermedad continúan investigándose nuevos tratamientos para ampliar el abanico de alternativas terapéuticas con menores efectos secundarios”, ha explicado el especialista.
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