Pasear al aire libre, disfrutar de la Naturaleza, hacer el amor, agasajar al paladar, dormir a pierna suelta, ejercitar los sentidos. Estas y otras actividades placenteras, no sólo alegran el alma sino también el cuerpo. El goce libera endorfinas y mejora la salud.
Disfrutar de todos los placeres es insensato; evitarlos, insensible”, afirmaba Plutarco hace casi 2000 años. A mitad de camino entre ambos extremos, hay una tercera vía de relacionarse con los placeres que ha escapado a la sabiduría del gran filósofo e historiador griego: “Aprovecharlos es saludable”.
“Desarrollar actividades placenteras es un objetivo saludable en sí mismo, porque el goce ayuda a generar endorfinas: unas sustancias que segrega nuestro cerebro y son verdaderas bombas químicas que aumentan nuestro bienestar, además de ser una fuente natural de salud, vitalidad y regeneración”, explica el asesor emocional español José María Doria.
Cuando una persona está alegre, practica alguna actividad que le produce placer o siente algún grado de satisfacción ante un estímulo, su organismo segrega unos compuestos hormonales a veces más potentes que la morfina, como las endorfinas Beta o ACTH, las cuales se distribuyen por su sistema nervioso.
Estas sustancias no sólo elevan las defensas orgánicas ante las enfermedades, la degeneración celular y las infecciones que amenazan el organismo, sino que además aumentan el bienestar, combaten el estrés y alivian el dolor, funcionando a la vez como estimulantes, ansiolíticos y analgésicos naturales.
“El placer también resulta terapéutico, por su impacto indirecto y positivo en la autoestima y en toda la dimensión psicológica y emocional de la persona”, señala Doria.
DISFRUTAR A CONCIENCIA.
Según este experto, “el hacerse consciente del goce, en vez de vivirlo de manera automática, multiplica el disfrute. Por ello, es muy importante darse cuenta en el momento en que uno está disfrutando algo: al calmar la sed, al irse a la cama cansado, recibir una caricia física, dar una caminata al sol, o hablar con amigos, diciéndose “qué a gusto que estoy, qué bien me siento”.
Las “caricias emocionales”, como las que nos brinda alguien cuando reconoce nuestra valía, capacidad o belleza, también son una fuente de goce, que hay que tener en cuenta.
“Para aumentar la conciencia del placer, también es útil pasar revista al final del día, preguntándose “¿de qué he gozado hoy?. Al atestiguar los pequeños y grandes placeres que hemos tenido, prestándoles atención, descubrimos que son muchos más de los que pensamos, desde ayudar a alguien o tomar una buena comida hasta mantener una buena comunicación con los demás.
El placer consciente desarrolla en nosotros la idea de que el mundo es un lugar hermoso, donde vale la pena vivir, nos produce sentimientos de abundancia, de gratitud y de ser merecedores de lo que nos da la vida. Además, disuelve las creencias limitadoras, del estilo de “esto es un valle de lágrimas”, “hay que ganar todo con esfuerzo” o “la letra con sangre entra”.
“Los placeres que recibimos a través de la vista, el olfato, el oído, el tacto y el paladar, también nos acercan a los placeres superiores y menos superficiales, siempre que sean en su justa medida sin excedernos o hacer de ellos el centro de nuestra vida porque son adictivos y piden cada vez más”, según Doria.
“Estos placeres de los sentidos, nos acercan al gozo supremo que consiste en construir una mente feliz, con una alegría incausada, es decir que no se asienta en estímulos externos y efímeros, como un viaje o un regalo, sino en la conciencia de la propia realidad interna, en la alegría de ser y existir, en la felicidad de sentirse útil y servir a la vida y los seres que nos rodean”, finaliza Doria.
LOS CAMINOS DEL PLACER.
Para rebozar de endorfinas y aumentar la salud física, emocional y psicológica algunos expertos sugieren tres estrategias básicas:
1. Haga lo que de verdad le gusta. No renuncie a nada: compre su propia música, lea sus libros preferidos, pasee cada día, apodérese del mando de la televisión. Apúntese a un curso o taller para desarrollar esa afición que le hacer sentir a gusto consigo mismo. Por educación o las circunstancias, desistimos a menudo de hacer lo que nos gusta y realmente queremos.
2. Interésese por todo. El interés benévolo por lo que nos rodea, las personas y el mundo, permite descubrir cosas fascinantes que pasamos por alto si miramos con indiferencia. Si ponemos interés, descubrimos infinidad de pequeñas alegrías para disfrutar: el olor de un árbol en flor, el sonido de una voz que llega al corazón, el relato de una experiencia interesante.
3. Redescubra las pequeñas sensaciones. En vez de ignorarlas, descubra la riqueza de matices que le dan las sensaciones más insignificantes o neutras a su vida: perciba la temperatura del aire que roza su piel, el tacto de la ropa, las formas de las cosas que toca, la consistencia del suelo que pisa y la textura de los alimentos que prueba. Además de ofrecerle infinidad de pequeños placeres, le ayudará conocer lo que prefiere y rechaza.
Además, los médicos naturistas y psicólogos recomiendan probar cuatro formas sencillas y asequibles de “placeres curativos”, para comprobar sus efectos beneficiosos en el cuerpo, la mente y las emociones: los olores, los colores, el ocio creativo y el sexo.
4.- Hierbas aromáticas, a pleno pulmón. La Naturaleza nos ofrece abundantes sedantes naturales, que entran por la nariz y dan bienestar a todo el organismo. Los intensos aromas de anís, albahaca, laurel, manzanilla, eucalipto, lavanda, menta y rosa, son apaciguantes.
Puede disfrutarlos en su estado natural, inhalando su aroma directamente de la planta o flor, o bien añadir el aceite de las hierbas que más le agraden a unas cuantas piedras de sal de roca, dentro de un frasco pequeño, que puede llevar consigo, abrir y aspirar cuando esté tenso o le apetezca.
5.- Cromoterapia, el poder del arcoiris. Déjese llevar por su intuición, y vístase cada día con el color que más le guste. Intente no organizar el traje que va a ponerse para el día siguiente: según como se levantes y se sienta, así vestirá.
De todas formas de modo orientativo, cuando su actividad exija de mucha energía, le conviene vestirse de rojo, ya que este color estimula nuestro organismo. Si es un profesional estresado, le beneficiará la indumentaria de colores azules, un color que ayuda a centrarse en la actividad diaria, con la mente fría, y que además aporta serenidad y seguridad.
Si elige ir a una fiesta, deberá vestir de oscuro, para permanecer siempre con un buen estado de ánimo. Si prefiere pasear por verdes campos o a la orilla del mar, deje que le impregnen todas las energías y vístase de blanco.
6.- No hacer nada, hace mucho. Una clave para mantener la salud psíquica es dedicar una ó dos horas al día, y uno o medio día cada semana, a no hacer nada, de manera consciente, dedicándose a estar a solas con uno mismo sin ocupaciones ni preocupaciones.
La idea es reservar un tiempo para encontrarse, sentir el propio cuerpo, conectar con las emociones, quererse, hacerse consciente de las cosas positivas que hay en su propia vida.
Cada persona dedica este no hacer nada a lo que prefiera, desde ver la tele, leer un libro o escuchar música, hasta ordenar la habitación, dar un paseo, ir al cine, o acudir la peluquería: la cuestión es relajarse, estar de la manera más tranquila posible.
Cuando en el cerebro sabe que habrá un tiempo libre y relajante para uno mismo, se produce una sensación de disfrute y tranquilidad previos, como si ya se viviera en esa situación.
7.- Haga el amor, a menudo. Mantenerse activo entre las sábanas puede aportarle un rápido y placentero empuje de energía. La razón: en la mujer, el orgasmo aumenta los niveles de la hormona oxitocina, la cual desencadena las contracciones en el útero y le revitaliza temporalmente.
Hacer el amor también es una buena forma de conseguir un buen sueño, lo que a su vez permite recargar las pilas. Si no está de ánimo en la cama, pruebe con un abrazo: la oxitocina se eleva incluso con las caricias.
Pero si no siente deseo, mejor déjelo para otro día: para que no se convierta en una exigencia más o en un hacer mecánico.
María Jesús Ribas.
MCM / EFE – REPORTAJES
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