El parque de atracciones de Animalandia era el mejor del mundo. Los “Columpios Suicidas” eran su número fuerte y consistían, como el propio nombre indica, en grandes columpios que, suspendidos a enorme altura, giraban vertiginosamente. Más de un animalito se había matado en ellos. Había bastante riesgo. Elefantín, sin embargo, estaba empeñado en montar uno de ellos.
No puedes subir, compréndelo. Pesas demasiado. Se rompería la cadena y podría matarte -le dijo su gran amigo, Osín.
Pero él no se conforma con esta explicación. Aunque entendía las razones de sus amigos, era tal su deseo de subir en estos columpios que, una noche de primavera, se levantó con mucho sigilo y, en pijama y todo, se fue al Parque, saltó la verja y, ni corto ni perezoso, accionó los mandos de los “Columpios Suicidas”. Tras hacer esto, se subió en uno de ellos y empezó a subir y a girar, cada vez más deprisa. Elefantín bramaba de emoción. ¡Ah!, cuánto disfrutaba en el columpio!
No se dio cuenta de que las cadenas que sostenían el columpio, se iban rompiendo poco a poco. Y apenas sintió la caída. Mallugado y lleno de chichones, rasponazos y moretones, recuperó pronto el sentido.
Has vuelto a nacer, Elefantín -le dijo el vigilante del Parque-. Menos mal que no accionaste bien los mandos y subiste a poca altura que, ¡si no…!
Tras excusarse por lo sucedido, volvió a su casa muy feliz. A pesar de las magulladuras, durmió a pata suelta. ¡Por fin había hecho realidad su más anhelado sueño”.
Moraleja: Amiguito, si en la vida un gran anhelo tuvieras con precaución lucha por él y lo conseguirás!!
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