Su descubrimiento es una de las áreas de investigación más brillantes del siglo XX y ha dado lugar a varios Premios Nobel. Antes de conocer el papel que juegan las vitaminas, la gente sufría enfermedades de origen desconocido, pero no fue hasta principios del pasado siglo cuando médicos y bioquímicos empezaron a estudiar por qué algunas enfermedades parecían que estaban provocadas por una alimentación insuficiente, especialmente de frutas y verduras.
Bernardo Herradón García, doctor en Ciencias Químicas e investigador en el Instituto de Química Orgánica General del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), explica a EFE cuál es la importancia de las vitaminas para la salud, las consecuencias de su déficit, así como de las sobredosis de vitaminas debidas a modas y falsas creencias.
UNA DIETA EQUILIBRADA, LA MEJOR FUENTE DE VITAMINAS
Para el químico “existe un mercado de suplementos dietéticos y, entre éstos, los de las vitaminas son los más populares, pero con una dieta equilibrada no hace falta tomar vitaminas envasadas, solo en aquellos casos que haya algún problema de absorción o una enfermedad que tenga que ver con el déficit de vitaminas y que hay que tomar siempre bajo prescripción médica”.
Todas las vitaminas se encuentran en los productos que consumimos habitualmente, principalmente en frutas y vegetales. La vitamina B, sin embargo, se encuentra en el pescado, pollo, carne de res, huevos y productos lácteos, “lo que crea un problema a los veganos, que en este caso pueden suplir esta falta con un suplemento dietético”, aclara el científico.
“En cuanto a la popularidad de determinadas vitaminas -continúa Herradón- ha habido épocas en las que se han producido consumos excesivos de vitaminas C, creyendo que la ingesta de esta vitamina podía prevenir los catarros, tomándola antes del invierno, pero no hay ninguna prueba científica de que una sobredosis de vitamina C prevenga estos episodios”.
Es el caso de la vitamina D, de la que se dice comúnmente que se ha de tomar para fortalecer los huesos. “Es verdad que la vitamina D fortalece los huesos y participa en la formación del hueso y su mantenimiento, pero también es verdad que un consumo excesivo puede ser peligroso para la salud”, indica el investigador del CSIC.
Según Herradón “también se puso de moda consumir exceso de vitamina E porque se asoció a una mayor potencia sexual que tampoco se ha demostrado”.
HIDROSOLUBLES Y LIPOSOLUBLES
Hay que diferenciar las vitaminas hidrosolubles de las liposolubles por cómo actúan en nuestro organismo. Las primeras, como su nombre indica, son solubles en agua, por lo que se excretan muy fácilmente porque, al fin y al cabo, nuestro organismo es 70 por ciento agua y, a través del sistema digestivo, se eliminan fácilmente.
Dentro de las vitaminas hidrosolubles encontramos las del grupo B y la C. La primera incide sobre el metabolismo celular e intervienen en la producción de energía y en el funcionamiento de los órganos, mientras que la C participa en la reparación y mantenimiento de los tejidos celulares. Un kiwi, una naranja o una lima puede proporcionar la vitamina C que se necesita.
“Más serio es el tema de la hipervitaminosis de vitaminas liposolubles porque no las eliminamos tan fácilmente y se acumulan generalmente en el hígado que funciona como una fábrica química en la que todo se deposita y se metaboliza. Las vitaminas que pertenecen a este grupo son la A, D, E y K”, señala Herradón.
“La vitamina K es importante para la coagulación de la sangre y es inocua, pero normalmente no necesitamos consumirla como suplemento a menos que nos lo indique el médico. Esta vitamina suele encontrarse en muchos vegetales”.
La vitamina E es una agente antioxidante, evita que las células se degraden por efecto del oxígeno que respiramos y tiene un efecto protector. “No tiene una función biológica muy clara y, en general, tampoco es muy serio el efecto de la sobredosis de vitamina E”, subraya el científico.
Un poco más serias son las vitaminas A y D dentro de las liposolubles; el papel principal de la primera es que es un precursor de las moléculas responsables de la visión, por tanto, para el químico “es necesario un buen consumo de vitamina A para no tener problemas de vista. La vitamina A se encuentra, sobre todo, en zanahorias, tomates o algunas frutas más coloreadas”.
“La vitamina D tiene un papel regulador en el organismo, su problema es que, aunque la consumamos en la dieta, normalmente no se suele asimilar bien. Se metaboliza mejor con la luz solar, tomando el sol se convierte en vitamina D, por eso muchas veces hay un déficit aparente de esta vitamina, sobre todo en los países nórdicos”, concluye Bernardo Herradón.
Isabel Martínez Pita.// EFE-REPORTAJES.
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