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A PREPARARSE PARA UN INMINENTE CIERRE DEL GOBIERNO FEDERAL

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Por enésima ocasión somos testigos de primera fila al bochornoso espectáculo de la disfuncionalidad política en Washington.

A cinco para las 12 del plazo para aprobar el presupuesto del año fiscal 2024, las diferencias en las filas de los republicanos de la Cámara de Representantes han puesto al país al borde de un nuevo cierre.

Las divisiones son tan profundas que no fueron capaces de consensuar siquiera una resolución temporal para aplazar el plazo presupuestal.

Se trató de un nuevo revés político contra el presidente de la Cámara de Representantes Kevin McCarty, quien no puede controlar a los miembros más extremistas de su bancada.

Pero aún si los republicanos hubieran contado con los votos para aprobar la resolución, hubiera sido vetada por los demócratas del Senado o por la Casa Blanca, debido a la inclusión de cláusulas anti migratorias.

El plan republicano incluye la mayor parte de las provisiones de Ley de Seguridad de la Frontera (HR2) que reanudaría la construcción del muro, endurecería los estándares de asilo, penalizaría las estancias vencidas de visas y aumentaría el número de agentes de la Patrulla Fronteriza, entre otras acciones.

Debido a que en un acuerdo presupuestal está fuera del alcance, todo parece indicar que una de las pocas opciones es pasar una resolución que mantenga el gasto público al mismo nivel que en 2022, sin condicionamientos.

Apenas en mayo pasado, para evitar una crisis de la deuda nacional, McCarthy ignoró a su ala más radical, que deseaba recortes profundos a programas sociales necesarios para los más vulnerables, mientras que el presidente Biden ignoró las exigencias de su bancada más progresista que rechazaba la postura de los republicanos de condicionar el gasto discrecional.

Pero las cosas han cambiado. McCarthy tiene menos margen de maniobra pues opera al filo de la guillotina política.

Se necesita forjar una nueva coalición entre moderados de ambos partidos y sacar adelante un acuerdo que permita mantener abierto al gobierno federal y sus tareas prioritarias, sin dejarse manipular por las posiciones ideológicas extremas del ala más conservadora de los republicanos.

Lamentablemente Washington ha cultivado una perversa costumbre política de colocar la operación del gobierno al borde de un precipicio. Ocurrió con el techo de la deuda este año, y en casi todos los anteriores en las últimas dos décadas con el presupuesto. Es hora de que los votantes emitan un voto de castigo contra los políticos que anteponen sus intereses políticos o ideológicos antes que el interés de la nación y sus habitantes.

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