Quién no tiene una anécdota para contar? En general, todos tenemos por lo menos una, lo suficientemente rara, ingeniosa, graciosa o curiosa para recordarla
Quién no tiene una anécdota para contar? En general, todos tenemos por lo
menos una, lo suficientemente rara, ingeniosa, graciosa o curiosa para recordarla
el resto de nuestras vidas.
Conozcamos pues, las Anécdotas y Genialidades de uno de los más grandes
oradores de la historia estadounidense, quien además, ocupara el puesto presidencial
número dieciséis. Claro! Nos referimos a Abraham Lincoln…
Impuestos – Pagos
Su primer trabajo fue como abogado. En cierta ocasión un campesino se le
acercó muy preocupado porque no quería pagar impuestos sobre las cabezas
del ganado.
– ¿Qué cantidad de cabezas de ganado tiene?
– Sólo dos bueyes, señor, y no los uso; siempre están en el establo.
– ¿Nunca los sacas?
– Pues, no. Así nadie sabe que los tengo.
– ¿Entonces podrían considerarse que son como un parte del establo?
– Sí señor.
– En este caso, solicite que sean incluidos como “adornos del establo”.
Pero las anécdotas más deliciosas son dos que a continuación les narraremos:
Igualdad Para Todos
En cierta ocasión iba Mr. Lincoln caminando junto a su mula por la pradera
enfundado en sus nuevos jeans, cuando de se encontró por el camino a un cerdo
que estaba atrapado en un pozo de barro y del cual no podía salir.
“Lincoln se dijo a sí mismo que como estaba con sus mejores ropas, iba a
pasar de largo aquel cerdo. Y así lo hizo”.
“Pero la visión de aquel animal lo perseguía. Y es que el cerdo lo miró como
diciendo ‘Allí se va mi última esperanza’. Entonces Lincoln dio la vuelta a la
mula y regresó al lugar”.
Se metió directamente en aquel lodazal, tomó al cerdo del lomo y tirando de
él lo sacó del pozo. Como era de esperarse, Mr. Lincoln quedó tan embarrado
de lodo como el cerdo.
¡Asi era él! Santos y pecadores, tontos e inteligentes, para él eran todos iguales,
por eso años más tarde, siendo presidente de los Estados Unidos, al referirse
a sus enemigos políticos y detractores, como un tal Jeff Davis, que lo
insultaba y agredía constantemente, Lincoln decía: “¡Si ya antes he sacado
cerdos del barro, porque no he de darle la mano a Davis… a ver si así lo saco
del fango!”
Poca Importancia
El presidente admitió en su ejército a un oficial alemán que había llegado a
Norteamérica después de escapar de su país por razones no esclarecidas. El
joven, orgulloso de su procedencia, expresó:
– Aunque haya tenido que huir de mi país no soy un cualquiera. Pertenezco a
una de las familias de la nobleza más rancia de Alemania.
– ¡Ah!, no se preocupe por eso amigo mío. Porque no creo que ‘ese detalle’ le
impida ascender en el ejército de los Estados Unidos.
Con esto, Lincoln demostraba la poca importancia que para él tenía la nobleza
europea.
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