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Algunas tácticas para lograr que sus chicos coman

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La hora de comer, además de una necesidad, debiera ser un placer; por eso se deben evitar tensiones  y algunos problemas que son frecuentes alrededor de la mesa…

E l tema de la comida con nuestros hijos suele ser un problema para muchas madres, es por eso que debemos saber que tanto gustos como necesidades varían a lo largo de la infancia, pero eso lo ignoran los padres primerizos o de niños pequeños que todavía no han vivido esa etapa.

 De ahí que los problemas a la hora de dar de comer a un niño (sobre todo si es pequeño) sean tan comunes… Y entre los que más se repiten están los siguientes:

 No me come nada (o poco)
  Los padres tenemos muchos mitos que son infundados. Uno de ellos es que el niño que come bastante está más sano que el “mal comedor”, o el gordito es más fuerte que el delgado.

  Los pediatras aseguran, que el niño sano –igual que el adulto– come todo lo que necesita. Pero hay que tener en cuenta que las necesidades varían a lo largo de la infancia. El primer año el bebé suele tener más apetito porque triplica su peso. Pero, a partir de este momento y hasta la adolescencia, come “peor” porque sólo engorda cuatro o cinco libras al año y crece entre 2 y 3 pulg. anualmente.

  Por regla general, si el niño crece, engorda (aunque sea despacio) y está contento, no necesita comer más. ¿Que su amiguito come tres veces más que él? No debe extrañarnos. También hay adultos capaces de zamparse una enorme chuletón detrás de un plato de lentejas y otros que no necesitarían más que una ensalada para quedar satisfechos.

  La táctica de insistir u obligarle jamás debe emplearse; lo único que se consigue con ella es que le tenga manía para toda la vida. Por poco que coma, no necesita suplementos vitamínicos ni estimulantes del apetito.

 Tampoco debemos pensar que corre el riesgo de ponerse enfermo.
 “Sólo hay que sospechar de un trastorno cuando pierde peso o si da un salto de repentino en aumento de peso.
Rechaza un alimento o grupo de alimentos                   (el pescado, las verduras…)

   Es normal que los niños aborrezcan algún platillo o alimento, y no resulta complicado ofrecerles una alternativa acertada. Los nutrientes están tan repartidos en la naturaleza que siempre es posible encontrar un sustituto para el producto odiado. Los alimentos de un grupo aportan básicamente los mismos nutrientes y son intercambiables. La hamburguesa contiene casi lo mismo que el filete, el atún que la sardina, el yogur que la leche, la naranja que la fresa…

  La tarea de los padres consiste en suscitar el interés del pequeño por ese alimento, cosa que nunca se consigue con presiones ni amenazas. Lo mejor es ofrecerle cuando lo tomen los demás y en pequeñas cantidades y acompañado de una comidita de su agrado o camuflado. Hay niños que detestan la leche, pero disfrutan con el yogur, o con un buen el licuado de frutas.

Es un glotón y tiene tendencia a engordar
 Los niños, especialmente los más pequeños, no deben tener dietas bajas en calorías. Cuando el niño es demasiado glotón y tiende al sobrepeso, conviene que haga cinco comidas equilibradas al día (las principales, con dos platos y postre).

 Se vigilará el consumo de golosinas o de aperitivos (perjudican más de 30 a 80 gr. a la semana) y se evitará que pique entre horas. El ejercicio físico es fundamental para controlar el peso.

Nunca tiene ganas de comer por las mañanas
 Hay que preguntarse cuál puede ser la causa. ¿Se levanta con el tiempo justo para asearse y vestirse? ¿Desayunan sus papás?… Cuando transcurren muchas horas entre la cena y el desayuno, el organismo echa mano de las reservas de grasas para producir la glucosa que precisa y, como consecuencia del metabolismo de éstas, se produce la acetona. Aunque parezca una paradoja, un ayuno prolongado puede provocar vómitos y quitar las ganas de alimentarse.

Es un gran consumidor de golosinas y refrescos
 Las golosinas no son malas, de hecho no existen los alimentos buenos ni malos -si no se abusa de ellas. A los pequeños con tendencia a la obesidad les perjudican porque contienen muchas calorías, y a los inapetentes, porque producen sensación de saciedad y no se alimentan. Jamás hay que caer en la tentación de prohibirlas, pero sí procurar concentrarlas en dos o tres raciones a la semana. Lo mismo cabe decir las bebidas gaseosas.

En la escuela come de todo; en casa nada le gusta
 La mesa se convierte con frecuencia en un campo de batalla entre padres e hijos. Ellos indican con su negativas que tiene autonomía y pueden elegir lo que quieren, y nosotros, al rehusar lo que le hemos preparado, sentimos como si nos rechazaran a nosotros mismos.  Así se establece una lucha para ver quién puede más y estamos pendientes, la madre del niño y él de la madre. En la escuela, en cambio, el ambiente es distendido y el niño es uno más. Son comportamientos propios de las edades bajas.

Unas veces le encanta un plato y otras lo aborrece
  La infancia es un tiempo de aprendizaje (también hay que aprender a comer) y los vaivenes en los gustos son lógicos. No hay que darle demasiada importancia. Ya se sabe que todos los alimentos se pueden sustituir por otros que aportan los mismos nutrientes “cuando el niño comienza a escribir, comete muchas faltas de ortografía, aunque de mayor conozca las reglas y aprenda a escribir bien, ¿Por qué no pensamos lo mismo de su forma de comer?”.

  Un último consejo a los padres… Antes de pretender enseñar a comer a sus hijos, usted debe servirse un gran plato…. “de paciencia!!”

 

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