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¿Cavando su propia fosa?

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Por: Dr. Humberto Caspa

La actitud de Donald Trump ante los negocios y ante la política hace notar que su filósofo favorito es Nicolás Maquiavelo.  Esta semana, el empresario pelirrojo hizo lo que este filósofo italiano haría frente a un momento de crisis: culpar a otros por sus propios pecados.
  Paul Manafort pasó de máximo asesor de la campaña política de Trump a manager de segunda clase.  Valga la pena reconocer que, si bien no es uno de los más pulidos estrategas políticos, tampoco es el más inepto de la película.
  Manafort, por lo menos quiso cambiar la actitud de Trump en torno a la política, especialmente en su disposición ante sus compañeros políticos y dirigentes de su partido, a quienes había criticado, incriminado e insultado.
   Manafort sintió que Trump era manejable, creyó que el empresario de cabello rojizo podía transformarse de un político abusivo y sinvergüenza a un político fino.  ¡Cómo se equivocó!  Trump es simplemente Trump. Como lo ha mencionado varias veces ante los medios de comunicación, su actitud ante la política no va a cambiar, nunca.
   Y así fue. Después de la Convención del Partido Demócrata, Trump nuevamente volvió a ser el centro de atención. Se peleó con los padres de un héroe militar, insultó al Presidente Barack Obama, llamándolo creador del grupo radical islamista ISIS y llamó al asesinato de Hillary Clinton.
   Las encuestas nacionales y en los estados claves, especialmente en Virginia, Ohio, Florida y Pensilvania, demostraban que la candidata del Partido Demócrata se alzaba victoriosa con más de 7 puntos de diferencia.
   Lo anterior conllevó a críticas duras de miembros y dirigentes de su propio partido político.  Entonces Trump buscó a un chivo expiatorio apropiado que le sirviera para enmendar sus errores y redimir su campaña política. 
 Nicolás Maquiavelo, en su libro seminal El Príncipe, recomienda tener siempre a la mano a un chivo expiatorio para purgarse de los errores políticos.  Trump no sólo encontró al chivo expiatorio apropiado sino también el momento preciso para ejecutarlo.
  Manafort se vio descubierto de un problema serio de corrupción en Ucrania, donde trabajó como asesor político del ex presidente Victor Yanukovich.  El periódico New York Times publicó un artículo en el cual le impugnan haber recibido ilegalmente una suma mayor a 12 millones de dólares.
   Por supuesto, Manafort desmintió las acusaciones, pero su negación no le sirvió para salvar su pellejo.  Aunque no fue despedido, pero su poder como jefe de la campaña de Trump fue reducida.  Con este movimiento, el empresario de copetón rojizo decidió volver a adoptar el mismo tono político que le dio resultados positivos durante las primarias electorales.
  Lamentablemente para Trump, las primarias son muy diferentes a las elecciones presidenciales. En estas últimas existe una población electoral indecisa de moderados que deciden apoyar al candidato de su preferencia en base a criterios personales del candidato.  Como Trump se comportó como un niño maleducado, una gran mayoría de este voto indeciso, especialmente en los estados claves, se fueron inclinando por la candidata del Partido Demócrata.
  El retorno a la misma estrategia política de las primarias simplemente aceleraría la disposición del electorado indeciso hacia el apoyo de Hillary Clinton. Trump no hace más que cavar su propia fosa.  Hoy está más profunda y más oscura que nunca. Sólo le falta taparla y ponerle una cruz.
Humberto Caspa, Ph.D., es profesor e investigador de Economics On The Move. E-mail: hcletters@yahoo.com

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