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Ciudadanía, ¿algo extremo?

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Por: Maribel Hastings // America’s Voice

  La primera audiencia del panel Judicial de la Cámara Baja sobre la reforma migratoria dejó en claro la oposición republicana a una clara vía a la ciudadanía e incluso el presidente del panel, Bob Goodlatte (R-VA), formuló la “pregunta del día” al hablar de qué podría ser viable entre dos extremos: la ciudadanía y las deportaciones masivas.

  El alcalde de San Antonio, Texas, Julián Castro, le salió al paso respondiendo que los extremos son otros: deportaciones masivas o fronteras abiertas.

  La vía a la ciudadanía, por ende, sigue siendo el punto medio.

  ¿La ciudadanía algo extremo? Extremismo es proponer la creación de ciudadanos de segunda clase que puedan seguir ofreciendo mano de obra barata sin los derechos que concede esa ciudadanía, incluyendo votar.

  Un reciente editorial del diario La Opinión lo resumió perfectamente: no otorgar a los indocumentados una clara y concreta vía de ciudadanía “es una ofensa a la historia y una traición al orgullo de ser una nación de inmigrantes”.

  Desde la abolición de la esclavitud no ha habido restricciones para que grupos específicos de personas puedan obtener la ciudadanía. Ahora, con indocumentados mayormente hispanos, algunos parecen proponerlas.

  Republicanos en la Cámara Baja, como el congresista de Idaho, Raúl Labrador, hablan de legalización sin vía de ciudadanía. Según el otrora abogado de inmigración, quienes obtengan una visa de no inmigrante que los ampare de la deportación podrían colocarse en una vía de ciudadanía por los canales existentes: un trabajo, ser peticionados por hijos mayores de edad, etc. Pero si así fuera, ¿no lo habrían hecho ya los 11 millones de indocumentados? En un sistema migratorio quebrantado, los canales existentes, en la práctica, no existen. También resulta irónico que Labrador, quien es ciudadano gracias a un acto del Congreso, la Ley Jones de 1917 que concedió la ciudadanía estadounidense a los puertorriqueños, ahora abogue para no conceder una vía “especial” de ciudadanía para los indocumentados.

  Del lado del Senado, Marco Rubio, el joven senador republicano de Florida, habla astutamente de conceder una vía de “eventual” ciudadanía también por canales existentes. Enviarlos al final de una fila que en la práctica no existe en un proceso que podría tomar décadas.

 En la práctica sí es posible reducir los rezagos y la espera de los que aguardan legalmente por sus visados para ir abriendo campo a los millones de indocumentados que podrían beneficiarse de la reforma migratoria

  Nadie habla de trato especial. Todos parten de la premisa de que la vía de ciudadanía conlleva un difícil y estricto proceso que tomará años. Pero lo correcto es que sea un proceso directo, incluyente, razonable y alcanzable. Diversos sondeos concluyen que una mayoría de los estadounidenses favorecen la vía de ciudadanía que los republicanos catalogan de “extremista”. Un sondeo de Public Policy Polling encontró que 64% de los votantes a nivel nacional favorecen una vía a la ciudadanía, al igual que 44% de los republicanos.

  Lo irracional y lo extremo es que en el Siglo 21 el partido de Ronald Reagan, quien promulgó la última (y verdadera) amnistía de 1986, catalogue de extremista una vía a la ciudadanía y en el proceso pisotee la tradición inmigrante que ha distinguido a este país del resto a lo largo de su historia.

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