Los Ángeles (EE.UU.), 27 abr (EFE).- Todos los cines de Estados Unidos están cerrados por el coronavirus. ¿Todos? ¡No! Unos pocos resisten todavía y siempre a los efectos de la pandemia: los autocines, las únicas pantallas grandes que funcionan estos días envueltas en la nostalgia y gracias al refugio de los autos.
Los “drive-in” parecían ya una opción solo para ocasiones especiales, un recuerdo de otra época con escasas posibilidades de competir con las salas de sillones acolchados y todo tipo de comodidades.
Pero tal vez con el coronavirus, los autocines hayan encontrado un nuevo momento para brillar, ya que ofrecen distanciamiento social, mínimo contacto personal, se basan en el auto como entorno seguro, y, sobre todo, hacen posible un lujo durante la pandemia: volver a disfrutar del cine en la gran pantalla.
UN DÍA EN EL AUTOCINE
En un atardecer californiano sorprendentemente falto de contaminación, los vehículos comienzan a tomar posiciones en Mission Tiki Drive-in.
Este autocine de Montclair, unos 50 kilómetros al este de Los Ángeles (EE.UU.), es el único “drive-in” del sur de California que continúa abierto entre el enredo de normativas locales, estatales y de condados que regulan la crisis del coronavirus.
Con una decoración inspirada en las culturas de la Polinesia, Mission Tiki mantiene sus cuatro pantallas con sesiones dobles y entradas a 9 dólares por auto.
Comprar el ticket es el único momento obligatorio de contacto personal, por lo que el taquillero acude a la ventanilla con guantes y mascarilla.
Eso sí, hay reglas especiales por el coronavirus: “No puedes aparcar tu vehículo a menos de tres metros de otro, debes ver la película desde dentro y debes respetar la distancia social en todo momento”.
Unos veinte autos optaron la semana pasada por la magia de Pixar en “Onward” junto a los chistes cafres de “Impractical Jokers”.
Si nunca has ido a un autocine, reconforta ver que todo está pensado: la cinta se escucha sintonizando una frecuencia en la radio, la proyección no comienza hasta que el sol se ha puesto, y las plazas del parking están ligeramente en pendiente para que ninguna furgoneta o 4×4 tape a tu coche por muy pequeño que sea.
Y ante la previsible falta de películas nuevas, ya que Hollywood ha aplazado todos los estrenos de los próximos meses, en Mission Tiki están tranquilos: esta semana ya tiraron de recuerdos con un programa doble de “Indiana Jones”.
ABIERTOS DURANTE LA PANDEMIA
Mission Tiki es un ejemplo de California, pero hay más autocines abiertos por todo EE.UU.: West Wind en Arizona, Chief en Oklahoma, Ocala en Florida… o Tiger en una zona rural del norte de Georgia.
“Mi mujer se crió en Tiger y su padre abrió el Tiger Drive-In en 1954”, explicó a Efe Tom Major, el propietario de este autocine.
“Lo cerró en 1984, pero en 2004 mi esposa me dijo: ‘Quiero mi autocine de vuelta’. Yo le contesté: ‘Cariño, en Tiger solo viven 300 personas (…), no me hagas esto’. Pero al final me las tuve que apañar”, bromeó.
A diferencia de otros autocines del país, Tiger Drive-In tuvo que cerrar durante unas semanas.
Pero el viernes regresaron las proyecciones, con una sesión doble de “Dolittle” y “Grease”, aprovechando la controvertida reapertura de negocios que han aprobado las autoridades de Georgia.
No obstante, Major explicó que han tomado medidas excepcionales.
De los 220 vehículos que tienen de aforo han pasado a 70, solo una persona de cada vehículo puede ir por comida, han puesto un par de baños portátiles adicionales para evitar aglomeraciones y hay gel desinfectante disponible para el público.
Major señaló que la gente de su comunidad está emocionada ante la posibilidad de salir de casa e ir al cine tras varias semanas de confinamiento y destacó que, con un parque infantil, área de acampada y comida a la parrilla, su autocine siempre ha sido una experiencia “muy social”.
“Tiger Drive-in es todo de hierba, así que es como ir al parque pero, además, viendo una película y yendo a un restaurante”, indicó.
SUPERVIVIENTES DE OTRA ÉPOCA
Aunque el imaginario colectivo asocia los “drive-in” a décadas pasadas, a escenas de películas como “Grease”, o a parejas buscando en sus autos aún más intimidad que en las últimas filas de las salas, los autocines se mantienen como una propuesta anecdótica en la exhibición que se resiste a morir.
Según la Asociación de Propietarios Unidos de Autocines (UDITOA), en EE.UU. había a finales del año pasado 305 “drive-in” con 549 pantallas en total.
Desde su pequeño autocine en Georgia, Major defendió que en los últimos dos o tres años han empezado a remontar los “drive-in” y basó su percepción en argumentos evocadores como el encanto de ver una cinta “bajo las estrellas” y también en su propia cuenta de resultados.
“Nosotros probablemente crecemos al menos un 20 % cada año. Y mucho de eso tiene que ver con que tenemos un negocio muy orientado a las familias (…): la gente busca algo único para hacer con su familia, encuentra esto y recorren hasta 200 kilómetros para venir aquí”, aseguró.
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