Año de mil novecientos
setenta y dos, bien recuerdo,
cuando me vine pa’l “norte”,
cuando salí de mi pueblo,
esperando regresar
pronto y con mucho dinero.
Así les dije a mis padres
y a una novia que dejé,
pero pasaron los años
y yo jamás regresé,
en parte porque en “el norte”
dinero nunca junté.
Sin la rienda de los padres
pronto se da uno a los vicios
y muchos acá en “el norte”
comenzamos desde chicos,
tirando lo que ganamos,
olvidando a qué vinimos.
Casi todos al llegar
traemos buena intención:
ayudar a nuestros padres
y volver a la nación,
con algo de capital
a trabajar con ardor.
Pero muy pronto cambiamos,
olvidamos la familia,
nuestros padres siguen pobres,
no tienen ni medicinas,
pero uno de fanfarrón
tira el dinero en cantinas.
Muchos encuentra mujeres
con mucha facilidad.
La pasan enamorando
sin acordarse que allá
quedó su esposa abnegada
que tiene necesidad.
Por eso yo les encargo
a los que andan por acá:
acuérdense a qué vinieron
y no se dejen llevar
por la pereza y los vicios,
vinimos a progresar.
A muchos les ha pasado
que un día una carta reciben,
que sus padres ya murieron,
con un reproche les dicen,
que preguntaban por ellos
y todavía los bendicen.
Es muy triste que esto pase;
no te olvides de tus padres,
ayúdalos hoy que puedes,
después será ya muy tarde,
que todo lo que te dieron
no alcanzarás a pagarles.
Ya con esta me despido
ya me voy a trabajar,
no se olviden que vinimos
con ganas de progresar
y que a los nuestros dejamos
la promesa de ayudar.
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