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Convención en contra de los ideales republicanos

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Por: Dr. Humberto Caspa

   La convención republicana está más para aquí que para allá.  Una gran parte del liderazgo del Partido Republicano no solamente se ha resistido a la fórmula política ofrecida por Donald Trump, sino que está realizando el último esfuerzo para evitar su nominación oficial en Cleveland, Ohio.

 Trump definitivamente no profesa los ideales políticos de las bases del Partido Republicano.

  El año pasado, el candidato del copete rojizo exhortó que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) debería liquidarse. “Es un desastre”, manifestó.
 Sin embargo, está semana, en una plataforma que tenía desechos de latas de gaseosas como fondo, indicó que el TLCAN debería ser renegociado. Haciendo uso de su usual y acostumbrada forma histriónica de decir las cosas puntualizó que los grupos que la apoyan están “violando al país”.

   Recordemos que el Tratado de Libre Comercio es una visión enteramente republicana. Sus bases teóricas se originaron sobre el idealismo de apertura de mercados de Ronald Reagan.  Su sucesor, George H. W. Bush (padre), no solamente la promovió en Estados Unidos, sino que también logró convencer a sus dos colegas norteamericanos, Carlos Salinas de México y Brian Mulroney de Canadá, que firmaran un tratado de cooperación comercial. Eventualmente el TLCAN se firmó en diciembre de 1992 y sus políticas se implementaron con el gobierno de Bill Clinton.

  Así, las políticas económicas clásicas de los republicanos se suscriben dentro neoliberalismo, las cuales promueven claramente la globalización. Las políticas económicas neoliberales esencialmente benefician al empresariado nacional (base del Partido Republicano), y van en detrimento de los trabajadores organizados en sindicatos (base del Partido Demócrata). 

    Al no apoyar el neoliberalismo de los republicanos, Donald Trump está promoviendo el aislacionismo, la imposición de castigos a las empresas que insisten en invertir en otros países y la creación de barreras arancelarias a productos provenientes de otros países. Lo anterior va en contra de la ética económica republicana.

    Lo mismo sucede en torno a las políticas internacionales.  Ronald Reagan, supuesto ídolo de Trump, se distinguió por su liderazgo al frente de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
 A través de una estrategia llamada “containment”, Reagan obligó al gobierno comunista de la Unión Soviética a cambiar su postura conflictiva en Europa.  Junto con Mikhael Gorbachev, Reagan fue artífice de la destrucción del Muro de Berlín, simbolismo de la Guerra Fría.

  Trump, por su parte, encuentra a la OTAN como una organización internacional caduca, sin un objetivo concreto, que debe ser bien reemplazada por otra organización más, aparentemente, acorde a los tiempos de hoy.  De acuerdo a su punto de vista, los países que la componen abusan de la generosidad de Estados Unidos.

   Por otra parte, la retórica social de Trump no apunta ni al republicanismo de Reagan ni al democratismo de Lyndon B. Johnson.  El primero firmó una ley migratoria integral que favoreció a millones de indocumentados y el segundo facilitó la terminación de la segregación racial y étnica en Estados Unidos.  Las políticas de Donald Trump se inclinan claramente hacia los grupos segregacionistas más radicales del país.

  Es muy seguro que estos grupos de extrema derecha, tal como ha ido sucediendo en todo el proceso electoral de Trump, se desplazarán a la Convención de Cleveland para apoyarlo.  De momento, el liderazgo base de los republicanos se rehúsa a tomar parte en una reunión política que estará infiltrada por los grupos más antagónicos de la diversidad y al progresismo estadounidense.
Humberto Caspa, Ph.D., es profesor e investigador de Economics On The Move. E-mail: hcletters@yahoo.com

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