Hay!, el amor!, El amor!… cuando se anda en ese estado donde todo es maravilloso y brillante uno es capaz de olvidar las citas con los amigos, Netflix, incluso el día de pago. Y como esto puede durar días, semanas o meses, se crea alrededor del protagonista sonrisas simpáticas de quienes notan los despistes y murmuran la explicación más lógica: “Está enamorad@”.
Parece que la vida gira en torno a quien es ahora el nuevo centro del corazón. Un retraso, una omisión de la llamada, pueden ser motivo de una inquietud que parece ridícula si se piensa fríamente, aunque para el enamorado no lo es.
La vida lleva miles de estos encuentros a un compromiso mayor. El noviazgo, una curiosa jaula que todavía deja abiertos muchos espacios a la libertad de cada uno, es una aventura apasionante, llena de esperanzas e ilusiones, de alegrías.
Pero no basta. Y el amor culmina cuando los dos, llevados por aquel impulso inicial que nació en un momento más o menos preciso del pasado, llegan al altar, y se prometen fidelidad para toda la vida.
CASADOS Y CANSADOS
Con el matrimonio se inicia una nueva fase en las relaciones entre hombre y mujer, mucho más profunda, más rica, más comprometedora. Pero cuando el amor que los unió no es verdadero, no resulta raro que al paso de unos años, o peor unos meses, esos enamorados que se prometieron “amor eterno” el día de la boda, hoy estén con bolígrafo en mano a punto de terminar su relación.
Tal vez fue porque ella no sabía cocinar bien. Quizá porque él roncaba como un endemoniado. O alguna otra pequeñez. De simplezas para divorciarse tenemos lleno el anecdotario. Y es que ya no es de extrañarse ver tantos matrimonios que fracasan, tantas y tantas parejas de casados (y cansados) que soportan o sobrellevan, con un gran aburrimiento.
A UN PASO DEL DIVORCIO
Es triste ver que hay parejas que ven al divorcio como una salida a esa rutina que se forma con el tiempo. Parejas que no buscan, o quizá no desean buscar, una solución a los problemas que aparecen.
Cuando ante las primeras dificultades unos esposos comienzan a plantearse la posibilidad de un divorcio, simple y llanamente están concibiendo la separación como una solución fácil y barata.
Pero existe un cierto consuelo en algunos que, porque son jóvenes y no han tenido hijos, piensan que no hay tanto problema al divorciarse. ¡Como si el matrimonio fuera comprarse un auto nuevo!. Y cuando hay hijos, parece no haber ojos que vean la angustia de esos pequeños. ¡Tener que soportar el sufrimiento de ver a los seres que más quieren separarse por razones que no entienden!
EN BUSCA DE UNA SOLUCIÓN
Tal vez lo que más suele dificultarse cuando hay problemas en la pareja, es primero, afrontar la realidad y buscar una solución. Pero, ¿cómo romper el silencio? ¿Cómo avivar el fuego casi apagado de unas brasas sofocadas por una gruesa capa de cenizas en forma de incomprensión?
La solución está en retomar, como en los primeros días, el amor fresco y libre. Se trata de ver en el otro a aquel corazón que un día robó el de su enamorado, no para encadenarlo y privarlo de la propia libertad, sino para englobarlo en una libertad superior, la de “nosotros”.
Es importante aprender a renunciar, de vez en cuando, a un pequeño derecho, como será él quien no acuda a la jugada con los amigos para poder salir de paseo con ella. Mañana ella preparará un pastel especial para la cena, aunque sabe que por eso tendrá que perderse un capítulo de su programa favorito.
Y así, miles de gestos de amor, aunque supongan pequeños sacrificios. Ese amor alimenta, planifica, perfecciona la libertad y, así, a la persona, al esposo y a la esposa.
El matrimonio es para toda la vida, y debe ser vivido siempre en toda su plenitud para que realmente traiga felicidad a la familia. Si bien nada es para siempre. Pregúntate a ti mis@, ¿quieres realmente estar con esta persona para toda la vida?…. saber responder a esta pregunta sería una poderosa clave para evitar en un futuro un divorcio.
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