Además de los cambios físicos que suelen venir durante la adolescencia, los cambios de actitud son también notorios y que requieren del conocimiento y de la preparación de los padres para manejarlo adecuadamente
“¡Parece otro/otra! ¡Ya no es el mismo/a! ¡No sé qué le pasó!” Estas, son algunas de las expresiones que comúnmente se escuchan decir a padres con hijos que están entrando a la adolescencia. Y es que, es de todos sabido que durante esta transición muchos cambios de actitud surgen en el menor y que ponen de cabeza a los adultos a su cargo.
Además de los cambios físicos que suceden en el cuerpo del ser humano en este ciclo, surgen ciertos desajustes en la personalidad que requieren del conocimiento y de la preparación de los padres de familia para saber abordar las situaciones conflictivas que se pueden presentar.
La rebeldía y la altanería, suelen ser los principales síntomas de que el pequeño de la casa está entrando a otra etapa, la de la adolescencia. Si bien, este cambio se da en la mayoría de niños, aún muchos padres se sorprenden de ello, en especial cuando su hijo/a solía ser una persona tierna, amable y de buen genio y que ahora es un jovencito grosero y amargado. Entonces se preguntan… ¿A qué se debe este drástico cambio?
Expertos en temas de comportamiento y familia nos indican cuáles son los principales problemas que se presentan en el interior de un adolescente y cómo los padres deben actuar al respecto y son:
Una de las mayores preocupaciones de los adolescentes es su apariencia. El cuerpo está en pleno cambio, les salen granos… no es de extrañar que pasen tanto tiempo mirándose al espejo. Si su hijo no es feliz con lo que ve (pocos los son) esto puede mermar su autoestima.
Una buena forma de ayudarlos al respecto es intentando evitar hacer bromas sobre su físico, y también es un error hacerles pensar que no tiene importancia. Para lo que en su opinión es una tontería para ellos representa todo su mundo.
Además de los cambios físicos que suceden en el cuerpo del ser humano en la adolescencia, surgen ciertos desajustes en la personalidad y carácter de los chicos, como rebeldía y altanería y eso requiere del conocimiento y la preparación de los padres de familia para saber abordar estas situaciones conflictivas.
Intente explicarle que la gente apenas nota lo que a ellos dan tanta importancia. Cuanto mejor se sientan los adolescentes con ellos mismos, su autoestima será mejor y tendrán más armas para enfrentarse a los problemas de cada día.
Para algunos adolescentes es fácil vencer las frustraciones, ya sea en el ámbito deportivo, los exámenes o sus relaciones personales, pero para otros puede suponer una grave crisis. Si su hijo reacciona mal cuando trata de ayudarlo a tratar sus emociones, intente que entienda sus emociones antes de enfrentarse a un fracaso de forma efectiva.
El o ella necesita saber que se le apoya aunque sus resultados académicos o deportivos no sean los esperados. Si su hijo/a no consigue lo que se espera, ayúdele a tener en cuenta que todo el mundo, en alguna etapa de la vida, ha pasado por eso y que lo verdaderamente importante es el esfuerzo que puso al intentarlo.
Algunos adolescentes, especialmente ellos, tienen menos facilidad para expresar lo que sienten. La vergüenza, la irritabilidad, la decepción son emociones difíciles de aflorar y a veces sólo el enfado es lo único que saben transmitir. Otros encuentran en la actividad deportiva una forma de transmitir sus emociones. Un tercer grupo simplemente necesita espacio para pensar en sus problemas y en sus decepciones.
Si su hijo tiene dificultades para identificar y articular lo que siente, simplemente pregúntele: “¿Estás molesto por algo? ¿Te preocupa algo?” Esto puede ayudar a ambos a identificar lo que siente.
El desorden es un campo de batalla muy común entre padres e hijos adolescentes. Si se vuelve loco con el suéter o calcetines tirados en medio del cuarto, o las toallas tiradas en el baño, respire profundo y siga adelante. Tome en cuenta que la mayoría no hace esto para molestarlo, sólo se trata de un reflejo de que sus pensamientos están en otra parte.
Su cuarto es su espacio privado y debería respetarlo, incluso el adolescente más desordenado se llega a cansar de tanto desorden y decide ordenar de vez en cuando.
Muchos padres son controladores y autoritarios cuando sus hijos son pequeños, pero por lo general esto cambia cuando crecen y se hacen adolescentes, pues ya no responden de la misma manera ante amenazas y regaños.
Si queremos que nuestros hijos nos respeten y obedezcan debemos ayudarles siendo un buen ejemplo para ellos. Esto les ayudará a que se formen como buenos hijos y buenas personas.
Recuerde que el conflicto y las pequeñas batallas serán algo inevitable, pero con una buena comunicación y amor, será posible que el hijo amargado, ¡se vuelva nuevamente suave y hasta dulce!
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