“El hombre triunfador es ante todo un hombre inteligente”. Lo anterior es una idea generalizada y aunque parece una afirmación tan clara como el agua, no siempre es así, ya que hay casos de personas m
“El hombre triunfador es ante todo un hombre inteligente”. Lo anterior es una idea generalizada y aunque parece una afirmación tan clara como el agua, no siempre es así, ya que hay casos de personas muy inteligentes que son un fracaso. Y no se trata de una contradicción, sino de una verdadera evidencia.
La inteligencia se define como la capacidad del individuo en mostrar una conducta inteligente, entendiéndose como tal, aquella que le permite encontrar la mejor solución cuando se enfrenta a un problema cuyas características son nuevas para él”. Esa mejor solución en muchas oportunidades debe hallarse en fracciones de segundo, sobre todo cuando se trata de cuestiones vitales…, ¡errar en esas circunstancias se paga con la vida! El hombre inteligente tiene ante sí tres posibilidades de reaccionar ante el medio:
• O bien se adapta.
• O lo transforma.
• O se retira a otro medio.
Teniendo esto como base, los especialistas tienden a establecer tres categorías de individuos: los pasivos, los realizadores, y los triunfadores.
Los Pasivos son aquellos individuos que “se conforman con esperar que algo suceda”. Los hallaremos en posiciones subordinadas en las que permanecerán unos 10, 20 ó 30 años. La gente pasiva o no-competitiva, se contenta con permitir que otras personas señalen las metas que ellos han de alcanzar. Aparentemente encuentran cierto placer en recibir órdenes frecuentemente y disfrutan la seguridad que emana de condiciones estables y sin cambios bruscos.
Los Realizadores son aquellos que desean que “las cosas se realicen”. Los vemos, aventurándose en territorios desconocidos y actuando siempre con más dinamismo del que se necesita para cumplir con el deber. Muchos de los realizadores, incluso, se imponen metas que para ser alcanzadas requieren gran esfuerzo y persistencia. Estas personas, básicamente, se motivan, determinan y dirigen ellas mismas sin auxilio de nadie. Nunca los hallaremos buscando el apoyo de la sociedad porque encuentran placer en su propia independencia. Entre los realizadores hay vendedores exitosos, abogados, empresarios y líderes comunitarios.
Por último tenemos el grupo de los Triunfadores. Estos están a considerable altura de los otros grupos simplemente porque no se conforman por menos de lo que pueden extraer de su absoluto potencial como seres humanos. Muchos de ellos tal vez tengan las mismas profesiones que los realizadores, pero los triunfadores se obligan a duplicar su esfuerzo más allá del límite de la resistencia humana, imponiéndose metas que son consideradas inalcanzables por la mayoría de las personas. Los -triunfadores expanden con frecuencia, mente, voluntad y cuerpo para superar sus limitaciones. Por supuesto, no siempre logran el propósito que persiguen, y hasta les veremos fracasar una y otra vez porque tratan de abarcar más de lo que pueden agarrar con la mano. No obstante, también con mucha frecuencia le vemos ejecutar proezas increíbles.
En general, el gran triunfo está determinado siempre por la clase del objetivo establecido y el sistema empleado para lograrlo. No se puede hablar del triunfo basado en un índice económico cuando la fortuna ha sido conseguida por medios ilegales y de una manera reprobable, inaceptable socialmente. En ese caso se dice que “la persona tiene mucho dinero, pero no ha triunfado en la vida”. Precisamente, ese es el problema principal de los “nuevos ricos”; que han conseguido dinero, propiedades, automóviles y un elevadísimo nivel económico de vida, pero su educación, su desconocimiento de formas elementales de convivencia social, su falta de cultura y sensibilidad les sitúan en un plano de inferioridad, de pobreza y aún con dinero, es pobre, De ahí que los verdaderamente “inteligentes”, los que tienen madera de triunfadores, comprenden inmediatamente que la fortuna obtenida les debe servir únicamente como un vehículo para lograr su verdadero triunfo, en este caso: la aceptación social basada en factores de orden personal y no en una cuenta bancaria jugosa.•.
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