En días pasados alguien me hacía un comentario que había escuchado en la cafetería de la escuela donde laboro. Esta persona me comentó que estaba tomando un café, cuando escuchó que otras dos personas sentadas en la mesa de al lado, hablaban de mí.
Me imagino que ellas no conocían a la otra persona que me comentó ni sabían que ella me conocía.
Y la conversación era referente al hecho que yo, siendo personal docente administrativo, estaba dando clases.
Se preguntaban ¿que, por qué? y si había o no conflicto de intereses. Por supuesto que mi amigo y yo comentábamos, ¿en qué afectaba a esas personas que yo diera o no diera clases? De hecho, no estoy obligado a dar clases, y somos muy pocos los docentes administrativos que damos clases.
Y me vino a la memoria lo que siempre le digo a las personas que me vienen pidiendo consejos cuando son objeto de envidia por parte de otras personas: ‘¡deja que hablen de ti!’, les digo.
Y les aclaro que si nadie habla de ti, es porque no brillas. Si no hablan de ti, es porque nadie quiere ser como tú. Si nadie habla de ti, es porque eres invisible. O sencillamente, eres gris.
Entonces, siéntete bien si hablan de ti. Porque eso quiere decir que tienes algo que ellos no tienen o también puede ser que ellos quieren lo que tú tienes. Lo cual quiere decir que ellos no pueden ser como tú.
Y siempre les recuerdo el cuento de la serpiente y la luciérnaga, que en casos como éste, viene como anillo al dedo…
El cuento narra cómo una serpiente persiguió por varios días a una luciérnaga, hasta que por fin la alcanzó. Y cuando esto sucedió, la luciérnaga le hizo las siguientes tres preguntas: ¿qué daño te he hecho?, ¿represento algún peligro para ti? y si no te he hecho mal alguno y no represento peligro para ti, ¿por qué quieres acabar conmigo?
A lo que la serpiente, molesta le responde: “Es, simple… Porque no soporto verte brillar”.
Por eso, si no has hecho daño a tal o cual persona, si no tienes el pleito casado con él o ella por alguna razón (que tampoco es una buena forma de actuar) y si no te incomodan sus triunfos ni te alegran sus fracasos, no te aflijas ni te preocupes porque hablen de ti… De hecho, está muy bien que hablen de ti todo lo que quieran, porque eso quiere decir que – aunque les pese- ¡estás brillando!
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