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DEJAR QUE LOS ÁRBOLES SE PUDRAN ES UNA FUENTE DE NUEVA VIDA

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A primera vista, un árbol muerto puede parecer poco más que un tronco estéril y desmoronado. Pero bajo la corteza astillada, la madera rebosa vida. Desde escarabajos enterradores a hongos que descomponen la madera o murciélagos que descansan, toda una comunidad de criaturas se ha instalado en el lugar, y su supervivencia depende a menudo de la muerte del árbol.

Los árboles muertos se están convirtiendo en el centro de atención de la gestión forestal. En las últimas décadas se ha comprendido mejor la función vital de los árboles muertos para la biodiversidad y la regeneración de los bosques y, con ello, ha surgido un movimiento para conservarlos.

 “Déjalos ahí”, dice David Lindenmayer, ecólogo forestal y profesor de ecología y biología de la conservación en la Universidad Nacional de Australia; “los grandes árboles muertos tienen un papel muy, muy importante para almacenar carbono, proporcionar hábitat [y] reciclar nutrientes”.

A pesar de sus muchas ventajas, los árboles muertos pueden suponer un riesgo para la seguridad en algunas circunstancias. Los expertos explican su función ecológica y cómo tomar una decisión sobre dejar que se descompongan de forma natural.

LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE DE UN ÁRBOL

La muerte de un árbol no es el final. Al contrario, comienza una rápida transformación que aporta nueva vitalidad a las ramas sin vida.

Según Matteo Garbelotto, catedrático de Patología Forestal de la Universidad de California en Estados Unidos, al morir, las tuberías herméticas del árbol, que antes servían para canalizar nutrientes y agua, se vacían y se vuelven permeables.

Estos esqueletos huecos, aún en pie, también se conocen como árboles de vida silvestres o snags, como se llaman también en inglés. Debido a su verticalidad, pueden albergar una gran diversidad de especies que varía de arriba abajo. Los árboles caídos (a menudo llamados troncos) también son hábitats valiosos, aunque para un grupo distinto de especies de menor tamaño, afirma Garbelotto.

Ambos son como imanes para todo tipo de vida, empezando por los hongos.                                                                 

nationalgeographic.es

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