El Día de los Muertos, celebrado el 2 de noviembre, es una tradición profundamente arraigada en México, aunque también se celebra en otros países de América Latina. Esta festividad tiene sus orígenes en la mezcla de las tradiciones indígenas mexicanas y los ritos católicos introducidos por los conquistadores españoles. A diferencia de otras festividades que honran a los difuntos con solemnidad, el Día de los Muertos se celebra con alegría, música, comida y fiestas, con la convicción de que los muertos se ofenderían si sus seres queridos mostraran tristeza.
Esta festividad reconoce la muerte como parte natural de la vida y celebra a los difuntos como parte de la comunidad. Los muertos “despiertan” para compartir con sus familiares las festividades de ese día, un reencuentro simbólico que honra sus vidas pasadas. El uso de calaveras y esqueletos es un símbolo central de esta celebración. Se representan de manera alegre, en situaciones festivas y vistiendo ropa elegante, lo que refuerza la idea de celebrar la vida, incluso después de la muerte.
A pesar de la creciente influencia de Halloween en Latinoamérica, los mexicanos siguen prefiriendo el Día de Muertos. Según una encuesta de Consulta Mitofsky, el 83% de los mexicanos celebra esta festividad en lugar de Halloween. Incluso los niños prefieren el Día de Muertos, a pesar de la oportunidad que Halloween les ofrece para disfrazarse y pedir dulces.
La tradición del Día de los Muertos se remonta a tiempos prehispánicos, cuando los indígenas enterraban a sus muertos con sus pertenencias y comida. Aunque hoy en día la celebración ha evolucionado, su esencia sigue intacta. La UNESCO ha reconocido al Día de los Muertos como patrimonio cultural de la humanidad, destacando su valor en la preservación del folklore y la cultura mexicana, una rica tradición que se mantiene viva en cada rincón del país.
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