Las circunstancias que rodean este Día de Acción de Gracias 2018 son más alentadoras que las del año pasado, solo políticamente hablando.
Aunque Donald Trump es presidente, el año entrante ya no tendrá su sello de goma personal en la Cámara de Representantes, que desde enero será de mayoría demócrata. Y digo que son buenas nuevas, siempre y cuando los demócratas no olviden, como han hecho en otras oportunidades, quiénes los sacaron de la minoría. Me refiero a esa coalición de sectores electorales, incluyendo a los hispanos, que a pesar de sus diversos intereses sumó fuerzas en estas elecciones de medio periodo para rechazar de manera clara y contundente el mensaje racista, divisivo y de miedo de Trump y de los republicanos que lo acogieron en detrimento de sus escaños.
Lo ocurrido en el condado de Orange en California, un bastión republicano por excelencia, es muestra fehaciente de ese rechazo a Trump y a sus clones. Orange County se pintó de azul demócrata tras declararse este sábado el triunfo del demócrata hispano Gil Cisneros sobre la republicana Young Kim en el distrito 39. Los cuatro escaños camerales de ese condado ahora son demócratas. Y a nivel estatal, estos se impusieron en seis de las siete curules que se habían puesto como objetivo ganar.
Tomó tiempo, y aunque las inversiones del Partido Demócrata y de las campañas individuales no fueron del todo satisfactorias, el arrojo de los ejércitos de voluntarios y organizaciones cívicas locales, estatales y nacionales que se dedicaron a registrar y a movilizar votantes, sumado a la motivación de los electores que se dieron a la tarea de entusiasmar a amigos y familiares para salir a las urnas, han sido ejemplo de lo que se consigue con voluntad. Y todo esto en medio de una atmósfera hostil hacia las mujeres, las minorías y los inmigrantes, y de un sistema electoral donde prevalecen los intentos, incluso oficiales, de entorpecer y suprimir el voto.
Cada año escribo una columna sobre Acción de Gracias y este doy gracias por las lecciones aprendidas en nuestros recorridos por diversas partes del país entrevistando y documentado el trabajo de esas personas, particularmente jóvenes, que a diario iban casa por casa registrando y luego movilizando electores. Los acompañamos en California, Nevada, Texas y Florida, pequeños ejércitos cumpliendo una labor cívica que tiene profundas repercusiones en las vidas de las personas… Por eso doy gracias.
Pero mi Acción de Gracias también es un ruego por lo que falta. Por todos los inmigrantes indocumentados y por sus familias que siguen sumidas en la incertidumbre ante la falta de una solución permanente, sobre todo bajo una presidencia tan hostil que solo ha propuesto e implementado políticas públicas nocivas. Ruego por esos niños y menores que al sol de hoy siguen detenidos y separados de sus padres. Por los miles de migrantes que llegaron a la frontera buscando pedirle asilo a un gobierno que los recibió con militares armados hasta los dientes, como si se tratara de un ejército enemigo.
Como todo año, doy gracias y ruego por el bienestar de esos migrantes que siembran, pizcan, empacan, preparan o sirven los alimentos que consumiremos. Los mismos alimentos que consumirá la cuerda de religiosos que esta semana se darán golpes de pecho hablando de Dios y del amor al prójimo, mientras se hacen de la vista larga ante las mentiras y las inmoralidades de Trump porque les ha dado jueces supremos que defienden su ideología. Prueban así que para ellos son más importantes las leyes del hombre que las del Dios a quien dicen servir.
Y si me lo permiten, a nivel personal doy gracias por seguir de pie pese a las duras pruebas. Doy gracias por eso, pero a la vez ruego por fuerza y sabiduría para seguir enfrentando lo que todavía falta
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice
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