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El astronauta José Hernández se conmueve viendo su vida en una película.

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 (EFE).- José Hernández dice en una entrevista con EFE que se le aguaron los ojos viendo la película sobre su vida: la de un niño mexicano que recogía cultivos en California que llegó a ser un astronauta de la NASA y viajó al espacio después de ser rechazado 11 veces por la agencia espacial estadounidense.

El austronauta mexicano José Hernández. Imagen de archivo. EFE/Alex Cruz

Este ingeniero de 61 años nacido en Michoacán quedó conmovido después de ver cuatro veces “A Million Miles Away” (A un millón de millas), que Prime Video estrena el viernes de la próxima semana en coincidencia con el inicio del Mes de la Herencia Hispana.

En el papel de Hernández, el actor Michael Peña expone la lucha de 30 años de este inmigrante para finalmente pasar 14 días en el espacio.

“Yo tengo que confesar que absolutamente sí valió la pena, claro que sí”, dice sobre esas dos semanas de agosto de 2009 a bordo del transbordador espacial Discovery.

Hernández dice que de joven sabía que iban a dudar de sus capacidades por ser mexicano y que eso no le molestaba porque siguió el consejo de su mamá, que le decía “Mátalos con amor”.

“Creo que cada quien tiene que demostrar su capacidad (…). Entonces yo siempre entraba a un nuevo trabajo, un nuevo escenario, sabiendo que me iban a cuestionar mis capacidades”, señala.

“Yo voy a demostrar lo que sé y lo que puedo hacer. Y así me los voy ganando”, fue su estrategia, y “funcionó”, relata.

El astronauta retirado está a gusto con el filme, realizado en México por la cineasta de ese país Alejandra Márquez, al considerar que es “auténtico” y que logró mostrar la idiosincrasia de su familia inmigrante mexicana en Estados Unidos.

“Era muy importante captar nuestras tradiciones” aseguró Hernández, quien además considera que Márquez fue efectiva con el mensaje.

“El mensaje es que se vale soñar en grande, siempre y cuando uno esté dispuesto a luchar por ese sueño”, explica.

Para ello recurrió a la receta de cinco claves de su padre: define tu meta, reconoce qué tan lejos estás de ella, crea un plan, prepárate para el reto y échale ganas.

“Y yo le agrego un sexto ingrediente, que es la perseverancia”, agrega.

“A mí me rechazaron no una, no dos ni tres veces. Fueron once rechazos y no fue hasta la doceava vez que finalmente me aceptó la NASA”, recuerda.

INMIGRANTE, CON PASE AL ESPACIO 

Ya como astronauta de la NASA, el mexicano recordó en público las palabras de un primo suyo que le dijo que “si alguien podía llegar al espacio era un inmigrante”.

“Sí, yo siempre digo que quién mejor que un migrante de poder ir al espacio, porque un migrante se la rifa (se arriesga) a algo que no sabe, se va a lo que no sabe, se va al peligro. Sin embargo, aun así se la rifa. Es lo mismo que hace un astronauta”, explica.

Al espacio además llegó con las rancheras, la música con la que madrugaba en el campo.

Con “El Hijo del Pueblo”, de José Alfredo Jiménez, y “Mi Tierra”, de Gloria Estefan, Hernández despertó un día desde el espacio al centro de comando en Houston y al resto de la tripulación.

“Yo creo que todos (…) se sacaron de onda (se sorprendieron) porque jamás habían escuchado una canción así, pero yo la hice para honrar a mi papá”, señala.

Su padre estaba escuchando la trasmisión de la NASA y le salieron “lágrimas de cocodrilo”, recuerda.

El viaje de Hernández al espacio ocurrió después del desastre del transbordador espacial Columbia, que se desintegró al reingresar a la atmósfera en 2003, causando la muerte de sus siete tripulantes.

A una pregunta sobre si tenía un mayor temor por lo ocurrido, dice que “viajar al espacio siempre tiene sus riesgos”.

“Al contrario, yo creo que después de que pasa un accidente como ese tienen más preocupaciones que nada y es el mejor tiempo para viajar al espacio, porque todo está en el ojo, en la seguridad, que nada vaya a pasar”, enfatiza.

En el Discovery, Hernández era el tercer ingeniero de vuelo en línea a cargo de pilotear la nave. Recuerda que eso fue lo más duro del entrenamiento y de su vida.

“Cuando te dan a la expectativa como ingeniero de vuelo, eres tercero en línea en aterrizar el transbordador y tienes que demostrar que tienes la capacidad si se incapacitan los dos pilotos; tienes que demostrar que tú puedes”, señala.

En la NASA, Hernández no olvidó sus raíces campesinas al recordar que trabajó para llevar la comida a las mesas de las familias en Estados Unidos. Dice que es “muy tonto” y triste la falta de reconocimiento y el odio antiinmigrante “porque todos comemos y todos tenemos ensalada y fruta en nuestra mesa, y alguien tiene que recolectar esa verdura y fruta”.

En su caso recuerda que de joven era muy difícil recoger pepinos por la posición del cuerpo: “Está uno agachado recogiendo parado”.

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