Resulta irónico que los precandidatos que compiten por la nominación republicana a la presidencia y por ver quién es el más antiinmigrante lo harán por segunda ocasión en este ciclo electoral en la biblioteca que lleva el nombre del fallecido expresidente Ronald Reagan, quien promulgó la última y verdadera amnistía en 1986. El gran ausente, solamente a nivel físico, será Donald Trump, el antiinmigrante en jefe, que domina, hasta el momento, la contienda.
Y no hace falta su presencia, dado que su retórica, que ha forjado a partir de falsedades y un abierto racismo desde su aparición en el escenario electoral, ha producido todos esos clones políticos como los que ahora debaten aspirando a la lástima de un electorado cautivo por el discurso antiinmigrante del expresidente.
En efecto, no es la primera vez. En 2015, unos 16 aspirantes republicanos encabezados por Trump, debatieron también en la Biblioteca y Museo Presidencial Ronald Reagan en Simi Valley, California, cuando calentaban motores para convertir al Partido Republicano en el hogar de extremistas y promotores de teorías conspirativas racistas.
El 15 de septiembre de 2015, un día antes del debate, escribimos lo siguiente: “¿Qué diría el ícono del Partido Republicano (Reagan) del lamentable espectáculo de su partido en este ciclo electoral y particularmente del tono ofensivo e incluso racista de varios de los precandidatos?”
Ni siquiera imaginábamos que solamente era una probadita de lo que estaba por venir, que el espectáculo culminaría en la elección de Trump en 2016, y que el descenso del Partido Republicano como se conocía y se presumía —el de los valores familiares y religiosos, sobre todo— sería vertiginoso. Ahora es el ala extremista la que domina el discurso, y sus líderes se han convertido en una especie de rehenes, aunque voluntarios, pues el temor a criticar o a enfrentar a Trump los ha llevado a normalizar la retórica más virulenta contra los inmigrantes y a abrazar un discurso divisivo e incluso violento que ha inspirado más de una masacre contra minorías en Estados Unidos.
De hecho, es hoy un partido convertido en una especie de secta que más que impulsar sus planes de acción política sustentados en el beneficio a la nación, ha decidido rendir culto a una figura que solamente vela por sus propios intereses, tanto personales, como políticos y económicos.
¿Y quién puede ganarle así, si todavía maneja los hilos de la ‘conciencia’ de sus seguidores, algo que no han logrado sus contrincantes, ni los de antes ni los de ahora? En efecto, encuesta tras encuesta revela la preferencia mayoritaria republicana por Donald Trump, y entre los hispanos republicanos no es la excepción, como lo acaba de mostrar un sondeo de Univision en el que el 89% de los encuestados respondió que votaría por el expresidente. La situación cambia, por supuesto, cuando el estudio se amplía a los hispanos en general, con un 58% en favor del presidente Joe Biden y solo un 31% de Trump.
Por otro lado, en estos momentos las imágenes de la frontera, con miles de migrantes tratando de ingresar a Estados Unidos para solicitar asilo, son explotadas por este sector que no quiere una solución real, pues solamente buscan sacar ventaja politiquera para mantener el apoyo del sector más extremista.
Piden muros, vallas, alambre, boyas, militarizar la frontera, invadir a México, todo a sabiendas de que son cosas que no funcionan. De hecho, la propia encuesta de Univision halló que entre los hispanos, ya sean republicanos o demócratas, esos temas son muy sensibles y mueven otras fibras al momento de responder. Por ejemplo, el 90% de demócratas y el 67% de republicanos están en favor de la seguridad fronteriza y de una vía a la ciudadanía para los Dreamers; en tanto que la absurda idea de quitar la ciudadanía a los hijos de padres no ciudadanos es rechazada por 63% de demócratas y 55% de republicanos.
De momento nos ocupa la degradación del Partido Republicano, donde el propio Reagan no sería bienvenido en la actualidad por haber legalizado a 3 millones de indocumentados, aunque sus razones para hacerlo no hayan sido únicamente humanitarias. Pero la ironía histórica persiste para darle una bofetada con guante blanco no solamente a quienes debaten por la nominación republicana, sino a quienes han apoyado el “credo” político de la supremacía, con todo lo que ello significa para un país que luchó por los derechos civiles.
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