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El Envidioso

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Caracolín se la pasaba todo el tiempo quejándose de su persona. No se sentía conforme y envidiaba a casi todos los animales con los que se topaba especialmente aquellos que andaban más deprisa y eran mas ágiles y flexibles que él.
– Se ve que mi destino es ir pasito a pasito, sufriendo todos los males –se dijo, lleno de frustración Caracolín, abrumado bajo el peso de su caparazón. ¡Que fastidio!
Sus vecinos y familiares intentaban consolarle:
– Caracolín. Piensa que la Naturaleza te ha dado ese caparazón, por algo –le decía doña Tortuga, que estaba en parecidas condiciones que él.
– ¡Sí, claro, por algo será! ¿Puedes tú explicarme la razón? –preguntaba Caracolín, aún más molesto por recibir tanto consejo.
Debido a que nadie conseguía hacerle pensar diferente se fue quedando solo poco a poco. El seguía y seguía con su caparazón a cuestas, cada vez más pesado para su gusto.
Un día estalló una fortísima tormenta que duró varios días. Las aguas subieron de nivel y muchos animalillos, a los que tanto había envidiado, murieron ahogados. El tuvo mejor suerte. Encerrado en su caparazón, encontró un refugio seguro y así escapó a la muerte.
Desde entonces, comprendió con claridad la utilidad de su pesado caparazón. Y por esa razón, no volvió a protestar jamás y vivió feliz.
Moraleja:
Si amistades no quieres perder, procura nunca envidioso ser!!

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