Cuando cumplió 30 años de edad, era uno de los hombres más ricos del mundo, pero también era un próspero productor de cine, empresario, diseñador e intrépido aviador, con un estilo de vida que sobrepasaba cualquier sueño, era en sí una leyenda.
Sin embargo, Howard Robard Hughes pasó los últimos años de su vida como un excéntrico demente y murió envilecido, con fobias y manías que lo aislaron de todo y de todos.
Howard nació en 1905, y a los 18 años heredó la Hughes Tool Company de su padre, que había patentado la única broca eficaz para perforaciones petroleras. Al heredarla, la compañía valía 750 mil dólares, pero Howard Hughes (H. H.) era hábil para los negocios y hacia 1972 ya había obtenido una utilidad acumulada de 745 millones de dólares. Para entonces, el imperio Hughes incluía varios hoteles y casinos en Las Vegas, y las Bahamas; tenía inversiones en minería, bienes raíces y en la Compañía de Aviación Hughes, que era una de las compañías contratistas militares más grande del mundo y él era propietario de la Trans World Airlines (TWA), que en 1966 se vendió en 546 millones de dólares.
Pero H. H. no sólo fue famoso por su riqueza. En 1942 diseño y construyó el avión más grande del mundo: un avión de carga apodado el Ganso de Abeto porque en su construcción se usó esa madera. Volar era un gran placer para él, y se empeñó en ser piloto de pruebas de su compañía de aviación. Incluso mejoró varias marcas de vuelo: en 1938 voló alrededor del mundo en tiempo no superado hasta entonces. Ocupó los titulares de los periódicos por su reputación de playboy.
En 1958, a los 53 años, Hughes misteriosamente comenzó a aislarse de la gente. A partir de entonces todos sus mensajes eran transmitidos por la “guardia de palacio”, que eran sus asistentes personales a quienes no les hablaba, sino les escribía cualquier cosa que deseaba se hiciera. Y aunque no padecía ninguna enfermedad ocular, se dice que la luz del día le lastimaba.
EXTRAÑAS OBSESIONES
Hughes tenía unos curiosos hábitos de alimentación. En ocasiones, durante semanas sólo comía sopa enlatada; tardaba horas en acabarse una lata, ya que con frecuencia devolvía la sopa para que la recalentaran. En otras ocasiones sólo comía sandwiches de carne, y a veces no comía nada.
Pero tal vez su obsesión más aguda fue la de los gérmenes, a lo que él llamaba “contaminación”. Cierta vez escribió a sus sirvientes un memorándum de tres cuartillas en el que detallaba los nueve pasos que quería que se siguieran al abrir una lata de conservas para que ningún germen contaminara el contenido.
Para entonces, ya había ordenado que cualquier documento que le pasaran a revisar o firmar, debía haber sido mecanografiado por una secretaria con guantes blancos de algodón y entregado por alguien vestido en forma similar. Hacia el final de su vida, cualquier cosa que un ayudante le entregara, debería ir envuelta en 8 y hasta 15 capas de toallas de papel blanco, de determinada marca.
DE LA RIQUEZA A LA INMUNDICIA
A pesar de su riqueza, H. H. no se rodeó de los lujos que se pudiera esperar. Cuando murió, su guardarropa incluía una bata de baño, -bastante vieja-, algunas pijamas, un sombrero y varios calzoncillos. A veces ni siquiera se molestaba en vestirse. Pero lo más increíble, es que no obstante su obsesión por la limpieza, Hughes vivía en una suciedad impresionante. Sus recámaras nunca se aseaban, y las sábanas rara vez se cambiaban; había polvo, mugre y papeles desperdigados por todas partes. Casi nunca se bañaba y los últimos años de su vida, se olvidó de cepillarse los dientes.
El 5 de abril de 1976, murió de insuficiencia renal. En su juventud medía 6 pies 2 pulgadas de estatura y pesaba 173 libras. Cuando falleció se había encogido unas 9 pulgadas y sólo pesaba 92 libras. Con una fortuna calculada entre 1,500 y 2,000 millones de dólares, Howard Robard Hughes murió siendo el hombre más rico de Estados Unidos, pero quizá también el más sucio y solitario….
Y Créalo o No… Así Fue!!!
Comparte
Siguenos en Redes Sociales
El Aviso Magazine El Aviso Magazine El Aviso Magazine