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El Gato Mendigo.

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Erase una vez un gato que vivía en un poblado muy alejado de la ciudad, allá abundaban los ratones durante todo el año y él, que era rápido y buen cazador

Erase una vez un gato que vivía en un poblado
muy alejado de la ciudad; allá abundaban
los ratones durante todo el año y
él, que era rápido y buen cazador, estaba
siempre bien surtido de comida.

Un día se dio cuenta de que sus facultades
físicas habían disminuido; ya no podía cazar
ratones con la misma facilidad de antes,
de modo que decidió convertirse en un
gato mendigo.

Al verle tan apacible y piadoso, todos los
habitantes de aquel pueblo empezaron a
quererle y confiar en él, excepto una vieja
rata, que desconfiaba hasta de su propia
sombra. Esta empezó a hacerle faena tras
faena.

Un día estalló una disputa entre una liebre
y un gorrión. Ambos se disputaban el
privilegio de subirse a un tronco podrido.
El gato mendigo, ni corto ni perezoso, les
dijo:

– ¿Pero por qué se pelean tanto? Dejen mejor
que yo arregle esta cuestión.
Mientras hablaba, se iba acercando a
ellos, listo para saltar y atraparlos al primer
descuido. ¡Ah, las cosas que tenía que
hacer este viejo gato para poder comer!

La vieja rata, viendo lo que se proponía,
soltó un chillido escalofriante que hizo que
tanto la liebre como el gorrión corrieran
despavoridos; ella hizo lo mismo y el gato
mendigo se quedó sin poder hacer nada y
lo peor sin comida.

A nuestro astuto minino le había salido
un enemigo de cuidado. Como dirían los
abuelitos ‘más sabe el diablo por viejo que
por diablo’, ¿no lo creen amiguitos!?

Moraleja:
¡Con precaución debes proceder,
si en peligro no te quieres ver!

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