La Ciudad de los Loros resplandecía en medio de los campos. Se puede decir que era famosa en todo el mundo por su belleza, limpieza y buen orden.
La Ciudad de los Loros resplandecía en medio de los campos. Se puede decir que era famosa en todo el mundo por su belleza, limpieza y buen orden.
Mientras los machos trabajaban con alegría y esmero, las hembras iban al mercado o limpiaban la casa. Todo era paz y felicidad en dicha ciudad.
Un loro; envidioso del éxito y dicha de los demás vecinos, decidió propagar una terrorífica historia.
–¡Rápido; huid a los montes! ¡La vecina Ciudad de los Perros ha declarado la guerra a todas las demás. Los canes se proponen apoderarse de nuestras tierras y matarnos si nos encuentran aquí! -dijo, con grandes dotes interpretativas.
Miles de loros dejaron casas, tierras y trabajo, y, llenos de pánico, huyeron a los montes. El loro parlanchín, amo y señor de la ciudad, se las prometía muy felices.
– ¡Ja, ja, ja! ¡Esos tontos han caído en la trampa! ¡Ahora yo soy aquí el amo y señor! ¡Tierras, riquezas, todo, todo, para mí.
Por desgracia para él, un lorito pequeño que olvidó un juguete muy querido en casa, y había vuelto a la ciudad en su busca, sin que sus padres se dieran cuenta, escuchó el monólogo del loro parlanchín y, raudo como el viento, corrió al lado de los demás y les contó todo.
¡Y vaya menudo escarmiento sufrió el ambicioso loro de manos de sus engañados y furiosos vecinos!
Moraleja:
¡Si de la envidia te dejas seducir, graves problemas te van a venir!
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