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Yahya Jabaly nació hace tres años en Marruecos sin ojos, sin nariz y sin mandíbula superior. En el pequeño pueblo en el que vive, Yahya se había convertido en un marginado y en un ‘freak’ y por eso sus padres habían decidido que no saliera prácticamente nunca de casa y que cuando tuviera que hacerlo, fuera cubierto con una sábana…
Él, sencillamente, nació así. Durante su gestión hubo serias complicaciones en el vientre materno que terminaron materializadas en las deformidades que inundaban su cara y que eran la respuesta a una mala fusión de los huesos faciales. Además, el pequeño no podía hablar.
Estos tres años de vida de Yahya asombraron sobre manera a los médicos. Cuando asistieron a su madre en el parto y vieron que el recién nacido venía a este mundo sin ningún hueso entre su frente y el cerebro, todos pensaron que moriría en cuestión de días.
De hecho, muy pocos fetos que sufren esta malformación (que la medicina no ha podido detectar por qué sucede pero sobre la que tienen claro que no es genética) consiguen salir de forma natural del vientre materno. Pero Yahya lo consiguió, Yahya vivió. Y aunque los tres primeros años de su vida han sido un absoluto drama, 14 horas de cirugía han cambiado para siempre su vida.
Mucho antes de que el pequeño de tres años entrara en quirófano, Mustafá, su padre, se había dejado la piel para encontrar un médico que les ayudara. Por mucho que lo intentaba, que buscaba y suplicaba, no lo conseguía. Parecía que la sábana que cubría a Yahya le acompañaría toda su vida. Pero un amigo de su padre obró el ‘milagro’: posteó una foto del niño en Facebook e imploró ayuda médica.
La foto dio la vuelta al mundo varias veces y causó una honda impresión en Fatima Bakara, una marroquí asentada en Melbourne que, simplemente, sintió que tenía que ayudar, que tenía que hacer algo. ¿Cómo? Buscando, costara lo que costara, un cirujano que pudiera reconstruir la cara de Yahya. Como ella misma explica al Daily Mail: “Creo que todo el mundo tiene derecho a parecer humano y este niño no lo parece”.
Operado en Australia
Y así fue como Fatima conoció al doctor Tony Holmes, del Royal Hospital de Melbourne. El doctor Holmes dio el sí y pasó meses preparando la cirugía, diseñando maquetas y moldes de la cabeza de Yahya y viendo cómo ejecutaría esta cirugía de altísimo riesgo, que implicaba separar el cerebro del cráneo.
La cirugía duró 10 horas más de lo que pensaron y el pequeño perdió más de la mitad de su sangre. Pero la operación fue un éxito: su mandíbula fue reconstruida, se le modeló una nariz donde antes solo había un agujero y dos semanas más tarde el niño ya podía sonreír. Aún queda mucho camino para Yahya: más cirugía sobre su nariz y otra para insertarle dos ojos prostéticos. Pero entre medias, va a aprender a andar y hay muchas esperanzas de que pueda hablar.
Mustafá, su padre, lo sintetiza así: “Es un gozo”. Y, probablemente, no hay mejor descripción para lo que sienten.
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