Es un día espléndido por lo que don Oso decide aprovecharlo para ir de pesca, asi que prepara todo lo necesario y se encamina hacia en el rio
Es un día espléndido por lo que don Oso decide aprovecharlo para ir de pesca, así que prepara todo lo necesario y se encamina hacia el río más cercano.
Se cree muy importante, y con aires de grandeza mira por encima del hombro a todos sus vecinos que lo ven pasar. Mientras camina piensa para sus adentros. “¡Que todos vean quién es don Oso. Un pescador de primera!”. Cuando llega al río, se dispone a instalarse a sus anchas. Busca el lugar más fresco y favorable para las capturas, prepara su caña de pescar y echa el anzuelo al agua.
En este lugar suelen abundar los peces. Al poco rato de empezar su pesca llega al mismo lugar un simpático gorrión quien se instala muy cerca de don Oso. También trae su propio equipo de pesca. Nuestro peludo amigo al ver a su pequeño competidor, empieza a reírse con muchas ganas y dice.
– ¡Ja, ja,! No pretenderás pescar más peces que yo, infeliz gorrión -dice don Oso, entre carcajada y carcajada. El gorrión ignora por completo las palabras de don Oso y se concentra en su tarea. Este, viendo que no puede asustarle, decide hacer gestos feroces y espantosos pero de todos modos no logra nada.
De tanto moverse, don Oso termina enredándose en el hilo de su propia caña y no le queda de otra mas que pedirle ayuda al gorrión quien sonriendo ladinamente, le libra del hilo. Antes de que esto sucediera, ya había logrado pescar una enorme trucha. ¡Qué humillación para don Oso verse pescado por su propia caña y, además, superado por su pequeño rival! El orgullo puede cegarnos y hacernos cometer errores absurdos.
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