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En una carta dirigida a monseñor Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, Jorge Mario Bergoglio explica que “algunos viven el drama del aborto con una consciencia superficial, casi sin darse cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de ese tipo”, pero que otros muchos, en cambio, lo viven “como una derrota” porque “consideran no tener otro camino por donde ir”…
El Papa añade: “Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esa decisión. Sé que es un drama existencial y moral. He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa”. Ante esa situación, Francisco advierte de que “el perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido” y anuncia que ha concedido a todos los sacerdotes “la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón”.
El Papa también hace especial mención en su carta a los enfermos y a las personas ancianas y solas y advierte también de que el jubileo debe ser “una gran amnistía” para aquellos presos que, “incluso mereciendo una pena, han tomado conciencia de la injusticia cometida y desean sinceramente integrarse de nuevo en la sociedad dando su contribución honesta”. Para los reclusos que han decidido reinsertarse, Bergoglio envía un mensaje: “Que a todos ellos llegue realmente la misericordia del Padre que quiere estar cerca de quien más necesita de su perdón. En las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad”.
La carta de Bergoglio finaliza con una señal de acercamiento a los fieles que acuden a la tradicionalista Fraternidad San Pío X, fundada en 1970 por Marcel Lefebvre y que no comulga con el rumbo tomado por la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II: “Confío que en el futuro próximo se puedan encontrar soluciones para recuperar la plena comunión con los sacerdotes y los superiores de la Fraternidad”.
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