Puede ser que para usted, consciente o inconscientemente la Navidad sea un sinónimo de Santa Claus, paisajes halados, cánticos de temporada, hacer compras, dar y recibir regalos, etc.
Puede ser que para usted, consciente o inconscientemente la Navidad sea un sinónimo de Santa Claus, paisajes halados, cánticos de temporada, hacer compras, dar y recibir regalos, etc. Sin embargo mucha gente olvida el verdadero significado y propósito de la época. La historia nos cuenta como hace poco más de dos mil años, un censo de población ordenado por Augusto César, a la sazón Emperador de Roma, había provocado una inesperada época de negocios en Belén, ubicada a unos ocho kilómetros de Jerusalén, la capital de Judá. Cada visitante necesitaría alojamiento, alimentación y demás servicios. La ciudad se vistió de fiesta, sus paredes fueron remozadas con pintura nueva, sus calles fueron invadidas por las ventas ambulantes, había vino y comida en cada casa para que el viajero recuperara fuerzas después de su largo viaje desde sus lugares de residencia hasta la Belén en la que había nacido.
Los negocios iban tan bien, que a la llegada de José y María no quedaba ya un solo lugar en el cual pudieran ser recibidos. Todo estaba lleno. De aquí la tradición de las posadas que recrean el cuadro de aquella pareja que llama de puerta en puerta sin encontrar una que se abra para recibirlos. El acontecimiento más grande de toda la historia estaba por consumarse, el Niño Dios llegaría en cuestión de horas y las multitudes lo ignoraban entregadas a la febril actividad comercial que la época del censo había desatado.
Algo similar nos ocurre a todos en este tiempo de Navidad. Es la época más hermosa del año, luces, regalos, tarjetas alusivas y demás prácticas tradicionales invaden el ambiente de una agradable sensación de fiesta. Pero al igual que hace dos milenios, estamos tan sumergidos en la fiesta que se nos olvida la razón de ella. Nos entregamos a satisfacer nuestras propias ansias de dicha y felicidad efímeras sin llegar a profundizar en el gran acontecimiento que ha provocado esta temporada: el nacimiento del Hijo de Dios. Menos notamos que su llegada puede significar el cambio que andamos buscando en nuestra vida. La paz y la prosperidad que reiteradamente nos deseamos unos a otros en estas fechas no pasarán de ser sólo una costumbre estéril a menos que asistamos al nacimiento de Jesús en nuestro corazón.
Desde aquel día en Belén el mundo nunca volvió a ser el mismo, si la Tierra entera fue diferente a partir de aquella fecha, ¿no deberíamos cambiar nosotros también? Que la alegría de la Navidad y su más profundo significado alcancen el corazón de todos a fin de que nuestro ánimo se disponga a operar los cambios que propiciarán la verdadera paz y prosperidad que anhelamos. Y con ese mismo sentido y sentimiento, todo el personal que labora en esta su revista favorita, El Aviso-Magazine, y del cual forman parte las bellas jovencitas que engalanan nuestra portada, deseamos a nuestros lectores, clientes y amigos que la paz, el amor y la felicidad reine en su hogares hoy y siempre. ¡FELIZ NAVIDAD!!!
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